martes, 25 de octubre de 2011

Segundo Medio:2da parte introducción a la literatura

Tipos Literarios
La  literatura produce una rica gama de arque­tipos, especialmente en el campo de la poesía lírica, la novela y el drama.
a) El Caballero Andante: La sola mención de tal nombre te evocará, de inmediato,  la figura del más famoso de todos los caballeros andantes: Don Quijote representa la culminación de los ideales caballerescos y de los más altos valores humanos. Como lo establece  el polígrafo Don Marcelino Menéndez y Pelayo, el héroe de esta obra genial de Miguel de Cervantes “no vino a matar el ideal caballeresco, sino a transfigurarle u enaltecerle”  En efecto, Don Quijote abomina de las extravagancias y exageraciones.  “batallas, encantamientos, sucesos, desatinos, amores, desafíos que en los libros de caballerías se cuentan.” Sobre estos héroes apógrafos, no de la nobleza de los ideales del caballero.  Por el contrario, el reitera esos valores, los enaltece.  Sin jactancia, a que él se siente “indigno y  el menor de los que el mundo llama caballeros andantes.” Y agrega: la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle (daño) a ninguno." Al revés, su esforzado ejercicio consistirá en batallar por la justicia, "enderezar entuertos", "desfacer agravios v sinrazones", socorrer a viudas, huérfanos y menesterosos, buscar siempre el bien y la verdad. Es un hidalgo valeroso, anhelante de grandes hazañas que inmortalicen su nombre y el de su patria. Son tan sublimes su idealismo y su fe, que suele aparecer como tonto e ingenuo a los ojos del hombre común.
b) El "Gozador Apresurado del Placer".
Es un mito literario que no puede darse en la realidad con todas sus características. No es un amante tradicional, sino un seductor. Es un Don Juan que no puede enamorarse, pues deja­ría de ser Don Juan. No tiene tiempo, pues muere joven. Es hombre de suerte: no puede fracasar; tiene fortuna en lances y en amores. En él se unen erotismo y egoísmo, la vanidad, el orgullo, la soberbia y la concupiscencia. Es audaz, diestro en armas, argucias v engaños; no teme a la muerte, pero es esclavo de su "honor" de gentilhombre gallardo y calavera.  Es un desorientado,  falto de conciencia moral;  no hace distingos sociales.  Para él, la mujer es, sólo un objeto de placer. Tiene un rasgo positi­vo: suele ser desprendido y generoso. Es rico y  no precisa trabajar. Sólo se afana en sus lances engaños y conquistas. No procrea descendien­tes. Ramiro de Maeztu lo resume: "...sigue a 1a mujer y no se enamora; es libertino y  no se desgasta; es pródigo y no se arruina. Viene de la fantasía como Don Quijote y la Celestina. Lo ha engendrado el sueño". Uno de los que lo soñó primero: Tirso de Molina. Después, muchos, en todas las artes: Zorrilla, Lord Byron, Moliere,  Musset,   Goldoni,   Lenau.,  Strauss,  Mozart...
e) La Amada Ideal: Por ella, el gentil aman­te se entrega a las más duras e increíbles hazañas,  a conquistar el mundo y  la gloria para ponerlos a sus pies y para hacerse digno su amor. O bien, por ella se apartará del mundo o se hará pastor. Y si es poeta, cantará: "Por ti el silencio de la selva umbrosa,    por ti la esquividad y  apartamiento /  del  solitario monte  me agradaba,  /  por ti   la   verde   hierba,  el   fresco viento,  / el blanco lino y colorada rosa, y dulce  primavera deseaba..."  (Garcilaso de la Vega: Égloga Primera) El amor idealizador de  Don Quijote transfigura a una vulgar aldeana, Aldonza Lorenzo, en la sin par Dulcinea del Toboso, la dama de sus pensamientos y dueña de su libertad. La amada ideal, en cualesquiera de sus encarnaciones, es siempre un dechado de perfección, hermosura y virtud lis lejana, ina­sequible, un sueño distante casi siempre, y casi siempre un amor imposible. Para el amante, el ideal (la belleza, la amada: es indestructible; no lo rompen ni los más duros golpes de la realidad. El mejor ejemplo que podríamos ponerte a este respecto, lo encontrarás en el capítulo XXXI de la Primera Parte del Quijote.
d) El Pícaro: Más adelante, en esta misma unidad, al hablar sobre la novela picaresca, nos referiremos más en detalle sobre este tipo de personaje. Por ahora digamos que se mueve acuciado por la necesidad, el hambre, la búsqueda de un amo a quien apegarse.  Puede ser ridículo, grosero, sucio a veces, un ladronzuelo avezado,  pero nunca un criminal de mala sangre. Casi nunca logra una vida  feliz y, jamás la prosperidad.  Es vagabundo; tiene alergia al trabajo y se libra de él a medias, gracias a su astucia.  Es pesimista, de suerte adversa, ni obtiene ni le importan honores ni privilegios.  Muchas veces es digno de lástima y suele tener un buen fondo, caritativo y solidario como un buen pobre.  Aunque ya en los comienzos literarios este personaje muestra algunos rasgos permanentes, el pícaro se va tornando más complejo y de caracteres más ricos y variados en la novela picaresca barroca.  Será holgazán, cínico, aventurero sin sentido heroico, ladronzuelo, mañoso (Carriazo, por ejemplo, el de La Ilustre Fregona, de Cervantes), más endurecido e ingenioso (el Don Pablos, de Quevedo).  El pícaro, y,  por ende, la novela que él protagoniza, han sido paradojalmente considerados “una de las mayores glorias de la literatura española” “una verdadera epopeya humana”, dice un erudito alemán.
En esta amplia galería de tipos literarios debemos mencionar, además, a la Celestina, que juan Ruiz llamó la Trotaconventos: el Avaro, al Hipócrita Santurrón o Tartufo; el Mago que aparece en los encantamientos en los libros de caballería o en la epopeya (el mago Fitón, en la Araucana), en el Quijote, el Gracioso, creado por Lope de Vega, y, de ahí en adelante, leal servidor de algunos protagonistas dramáticos.

El Barroco (Siglo XVII).
Hasta ahora hemos analizado someramente los  caracteres,   ideas,   tendencias   culturales, creaciones literarias más importantes de varios períodos históricos sucesivos. Creemos que tú: ya tienes una visión general de lo que fueron la Antigüedad Grecolatina o Clasicismo, la Edad  Media que florece y madura en el siglo XIII con el primer humanismo y el gótico y, luego, el Renacimiento, en el siglo XVI.
Tal como sucedió en cada uno de esos gran­des períodos, ahora, en el caso del Barroco, se trata también de un hecho cultural integral y totalizador que abarca todas las esferas y mani­festaciones de la cultura occidental. Incluida en ella, naturalmente, nuestra América, donde pueden verse elocuentes y magistrales demos­traciones del arte barroco, sobre todo en arqui­tectura y escultura, por ejemplo, en Brasil, México, Centroamérica, etc.
En Europa, este movimiento tuvo aspectos variados en los distintos países, debido a suce­sos histórico-religiosos, como los cambios polí­ticos, la Reforma, las guerras; a la tradición cultural y a la fuerza y persistencia del influjo renacentista, entre otros factores. Así, por ejemplo, en Francia hubo renuencia en aceptar las nuevas formas del estilo barroco, porque allí era muy fuerte el predominio del arte clásico antiguo, tanto que el verdadero Siglo de Oro francés -le Grand Siécle- clásico y posrenacen­tista llegó más o menos hasta 1714.
En Italia, y sobre todo en España, el Barroco estuvo ligado al movimiento de la Contrarrefor­ma o Reforma Católica y, en cambio, tuvo una modalidad más sobria y fría en los países protestantes.

Las más notables manifestaciones del espíritu barroco se  producen –en el campo artístico- en la literatura, la música, la arquitectura y la pintura.  En el  ámbito religioso, el Barroco florece especialmente en España, Italia, Baviera, Austria e Iberoamérica.
Para la comprensión  cabal del valor, el senti­do y el espíritu del Barroco y del quiebre y cambio que significó  con respecto al Renaci­miento, es necesario tener presente la importancia  y la acción de los reformistas (Lutero, Zuiglio, Calvino), las luchas religiosas y, sobre todo, la Contrarreforma. La trascendencia de este movimiento tan fecundo producido dentro de la Iglesia Católica y su influencia cultural son muy amplias. El gran tratadista Werner Weisbach  estudia el "Barroco como estilo expresivo de la Contrarreforma".
La ruptura de la unidad espiritual europea desencadena crisis, guerras, tragedias, persecuciones. La reacción y emoción religiosas que produce la Contrarreforma informan el espíritu del Barroco y la vida cultural de todo el perío­do, el siglo XVII.  En España, la crisis de sensibilidad y de valores se acrecienta con la decadencia política que sobreviene a partir de la muerte de Felipe II, El Prudente. Al fin de la centuria, el lamoso Imperio español era sólo "un coloso con pies de barro".
El Barroco, con su estilo ostentoso y libérri­mo, ha sido hasta no hace mucho denostado y menospreciado por historiadores del arte, cerra­dos y miopes.  Tal vez por haber sido un "arte grandioso y apasionado servidor de valores reli­giosos".  Este punto de  vista negativo nace, justamente, en un período mediocre, opuesto y posterior al Barroco, como fue el Neoclasicismo racionalista y moralizante del siglo XVIII. En su libro Las Ideas y las Formas, Eugenio D’ros resume los errores sobre el arte barroco que se habían venido divulgando hasta comienzos de este siglo:  "Hace cinco lustros y aún menos - dice, se creía primero, que el barroquismo era un fenómeno histórico que había afectado exclusivamente a la arquitectura o todo lo más, a alguna de las artes afines: segundo, que se trataba de un fenómeno patológico de desviación, de anormalidad, de mal gusto, y, tercero, que el origen del mismo se encon­traba en una especie de corrupción del estilo clásico." Y el historiador del arte, Enrique La fuente Ferrari comentaba que los mismos de­nostadores (españoles) del arte barroco, que se escandalizaban con las "monstruosidades" y "delirios" de la arquitectura, no podían esconder su admiración por otros "monstruos" como El Greco, José de Ribera, Diego Rodríguez de Silva, Velázquez, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal y otros, en pintura; por Martínez Monta­ñés o Alonso Cano, en escultura; o por Lope de Vega, Quevedo, Gracián, Calderón y otros, en literatura. Porque, como ya verás, sucede que las figuras más notables de la Edad de Oro española maduran y se concentran en torno al  Barroco de fines del siglo XVI y de todo el siglo XVII. Habría bastado uno solo de esos genios o una sola de sus obras maestras para  justificar y dar gloria al período. Lafuente Ferrari concluye con una afirmación hoy indiscutible y casi un lugar común: "...siendo las artes fenómenos de expresión, el espíritu de una epoca se manifiesta en todos sus productos estéticos, tanto los de las artes figurativas como los de la expresión literaria... Incluso las más objetivas disciplinas de la ciencia se tiñen de las preocupaciones esenciales de una época con estilo propio." De ahí que podríamos alte­rar la afirmación del francés Buffon, de fines leí siglo XVIII: "le style est l’hóme méme" ; "el estilo es el hombre"), diciendo que el estilo es la época.
El del Barroco es un estilo radicalmente distinto al del período renacentista, aunque utilice -en forma diferente- muchos de sus elementos. La vida, el modo de ser y vivir predominantes desde fines del siglo XV hasta más acá de mediados del XVI, expresan seguridad, serenidad, fuerza, el poder de la inteligencia, el dominio triunfalista del hombre sobre la naturaleza. En el Barroco, las actitudes espirituales son diferentes, pues han cambiado la posición del hombre ante la vida, su concepción del arte, su "misión y su visión. Como en todo paso de un período histórico a otro, ha habido una crisis  total Y no sólo de la sensibilidad. Ahora hay  angustia, indecisión, búsqueda, lucha y un ímpetu vital creador casi frenético. La vida y la cultura del siglo XVII están organizadas, impulsadas  por ideas y problemas diferentes y   urgentes de orden religioso, político, moral,  por problemas en torno a la fe, al arte y al destino: disidencia o santificación.
Si esta época barroca pone énfasis en valores diferentes, las creaciones que producirá serán, naturalmente, las adecuadas y propias. No infe­riores a las de las etapas anteriores ni mejores que las subsiguientes, sino la expresión de conteni­dos, actitudes y modos vitales distintos.

CARACTERÍSTIAS DEL ARTE Y DEL ESTILO BARROCO
El Barroco es un arte dolorido, viva expre­sión de un sentimiento trágico de la vida, como dirá después Unamuno. Transmite una situa­ción de inseguridad, que contrasta con el arte renacentista, que expresaba lo confortable y seguro.
En toda manifestación artística barroca, laten el drama profundo del ser humano, el ansia de salvación, la dignidad de cada hombre concre­to. Tú podrías apreciar esto, observando algunas reproducciones de cuadros de El Greco: esas figuras ascéticas, nobles, casi transfigura­das, o esos santos en éxtasis de Ribalta, o las imágenes míseras de Ribera, y hasta lo podrás ver en esos gestos de bondad y solidaridad humana que hay a veces en el pícaro.
Es el Barroco un estilo dinámico, impetuoso, producto de una violenta espontaneidad y vita­lidad. Es el triunfo del movimiento. En literatu­ra se puede advertir esto especialmente en las tendencias cultista y conceptista (Góngora y Quevedo), por la profusión de metáforas, imá­genes, cultismos, hipérbatos, paradojas, elip­sis, sinécdoques, etc.
El estilo Barroco procede por acumulación de elementos; los intensifica y repite, hecho que disgusta a quienes lo consideran recargado, exagerado. Esta acumulación está en relación con el estilo de la literatura y de la arquitectura medieval gótica. Puedes recordar, por ejem­plo, los relatos de las gestas (Roldan y El Cid): las enumeraciones y repeticiones, las hipérbo­les al hablar el poeta sobre el número de muer­tos, los feroces golpes de las espadas famosas. Esto está relacionado con la afición al detalle, apreciable sobre todo en la pintura. En la del Renacimiento, predominaba el paisaje de fon­do, sereno, idílico, mientras que en la del Ba­rroco se da importancia al cuadro, o sea, se elige un elemento sencillo, modesto o poco "heroico" dentro del conjunto y se lo hace protagonista de la pintura. Se llaman, en gene­ral, bodegones o naturalezas muertas.
Frente al estilo del siglo anterior, el del Barroco es desequilibrado, rebelde, antinormativo.
Tal vez lo más notable de las características del Barroco sea el uso del contraste:
 a) Se manifiesta incluso en la realidad político-religiosa de la época. Por ejemplo: en la aspiración de los pueblos hacia la libertad, contra el abso­lutismo; en el nacimiento de iglesias reformis­tas separadas, contra la acción en pro de la unidad doctrinaria de la Contrarreforma religio­sa; en la actitud independiente o "libertad" de espíritu contra una fe profunda en la Revela­ción; en la verdad científica contra la verdad teológica,
b) Se manifiesta en el contraste entre el arte y naturaleza. Arte en el sentido de con­junto de normas o cánones; naturaleza como lo natural, libre y espontáneo. Esta es otra notable diferencia entre Renacimiento y Barroco. En el primero, el artista se sujeta a los moldes clási­cos; en el Barroco, .tal como ya hemos dicho, hay plena libertad creadora. Esto mismo puede expresarse con los términos de impulso-contención; pasión-freno; movimiento-reposo.
c) En pintura, el contraste se establece fundamental­mente entre luz y sombra. Velázquez, maestro de  la  luz;  Ribera  y  especialmente  Ribalta, maestros del tenebrismo, son buenos ejemplos ilustrativos,
 d) Muchos ejemplos hay para de­mostrar el contraste entre lo bello y sereno y lo agresivo y monstruoso. Basta el solo título del hermoso poema de Góngora: fábula de Polifemo y Galatea, el cíclope enamorado de la bella ninfa,
 e) Otro ejemplo muy elocuente se en­cuentra en  la moda -muy de  la época- de definir el amor. Lo intentaron Lope de Vega, el conde de Villamediana y Quevedo, entre otros. Veamos cómo Lope y Quevedo definen este sentimiento mediante parejas de oposiciones:
Definición del amor
(LOPE DE VEGA)
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
 áspero, tierno, liberal, esquivo,
 alentado, mortal, difunto, vivo,
 leal, traidor, cobarde y  animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo.

Definiendo el amor
(FRANCISCO QUEVEDO)
Es hielo abrasador, es fuego helado
es herida que duele v no se siente;
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;
es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente.
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada.
que dura hasta el postrero parasismo.
enfermedad que crece si es curada.
Este es el niño Amor; éste es su abismo;
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.


f) La oposición entre el idealismo de influencia platónica predominante en el Renacimiento y el realismo del Barroco. La fusión magistral de esta oposición la realizó el genio de Migue! de Cervantes en su obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha: la suma de don Quijote, representante del idealismo, y de San­cho Panza, el escudero realista, nos da como resultado el hombre total.

PARALELO ENTRE LAS CARACTERÍSTICAS DEL RENACIMIENTO Y EL BARROCO
RENACIMIENTO

BARROCO
1.      Se asimila a lo clásico
Se asimila a lo medieval y religioso  (gótico)
2.      Representa y aspira a la belleza ideal
Representa la realidad
3.      Es un arte estático y sencillo
Es un arte dinámico y complicado
4.      Su estructura y expresión son simples
Arte recargado que tiende a lo grandioso
5.      Equilibrio, armonía, serenidad
Desmesura, arte torturado
6.      Busca el goce de la belleza
Expresa angustia vital: problemas religiosos, filosóficos
7.      Estilo idealizado, afán de imitación
Arte de época crítica: afán de originalidad
8.      Imagen del hombre apolíneo, vigoroso, dominante, seguro
Hombre conturbado, pesimista, que ve en el pasado y se duele de la realidad presente
9.      Arte sujeto a normas, a moldes
Arte libre y natural, espontáneo
10.  Idealismo platónico
Realismo vivo
11.  Arte paganizante
Arte esencialmente religioso y cristiano
12.  Búsqueda de la similitud, de la armonía de elementos
Empleo intensivo del contraste
13.  Placidez, alegría de vivir, orgulloso, afán de gloria
Melancolía, pesimismo, desengaño de la vanagloria
14.  Arte lineal.  Prefiere as superficies lisas, con escaso adorno.  Tiende a la horizontalidad en lo arquitectónico
Arte pictórico. Se inclina por las superficies recargadas: flores, frutas, nubes, igualmente en el verso: Profusión de imágenes y metáforas.   Tiende a la elevación.
15.  Unión de las armas y las letras.
Separación de ellas.  Esa unión deja de ser el ideal para el hombre barroco.


         NARRATIVA DEL RENACIMIENTO Y DEL BARROCO
Para una mejor orientación general. Te daremos:
a)      Una breve reseña de las principales obras narrativas en verso o epopeyas y
b)      Un esquema de la producción narrativa en prosa

Epopeya de la Edad de Oro (Renacimiento y Barroco)
Como en las otras artes, en literatura el modelo proviene de Italia.  Allí, dos grandes poetas inician y cierran magistralmente el siglo XVI.  Ellos son Ludovico Ariosto (1474 -1533) y Torcuato Tasso (1544- 1595)
El  magnífico poema de Ariosto, Orlando Furioso, revela sobre todo a un amante de la  poesía, a un verdadero poeta dotado de extraor­dinaria fantasía, de libertad creadora. Ello se ve en la  variedad de tonos: épico, idílico, poético, grotesco, trágico, sabiamente alternados  como en la más humana realidad de la vida", según afirma Prampolini en su Historia de la Literatura Universal. El poema es, en cierto modo, precursor de las que se llamarán novelas bizantinas, obras que mezclan fantasía, aventu­ra, romance y sentido poético. Ariosto parte del Orlando Enamorado, de Mateo Boyardo, en el cual se fusionaban el ciclo carolingio con el del rey Arturo y el sentimiento novelesco italiano del amor. Por amor, el Orlando de Ariosto enloquece, sufre y padece grandes pesares y vaga desnudo y armado de un garrote, por casi toda Europa y... hasta por la luna.
En la España de la Edad de Oro,  a pesar de haberse cultivado copiosamente, la epopeya no alcanza la altura y calidad excepcionales de otras creaciones literarias como la poesía, la novela y el drama. En la épica, la cumbre indisputable la marca Alonso de Ercilla (1533-1594) con esa grande y tal vez única epopeya, La Araucana. A semejanza del lejano Poema de Mío Cid y como característica general de gran parte de la épica española, Ercilla se atiene a la verdad de los hechos (verismo) y los trata objetivamente (realismo). "La proximidad de los hechos cantados aumenta el interés de los lectores y a menudo el autor se halla en el caso de documentarse en sus propios recuerdos es el caso de Ercilla, como lo verás en el prólogo de su obra) o en relaciones de testigos de vista o de los que tomaron parte de los sucesos", sintetiza Consuelo de la Gándara.
Alonso de Ercilla, el soldado-poeta autor de La Araucana, es el mejor ejemplo que podrás apreciar más fácilmente. Esta posee todas las características de la epopeya y los rasgos que acabamos de enunciar.

La Novela en la Edad de Oro (Renacimiento y Barroco)
Como esta materia la verás tratada en su importancia y desarrollo histórico en los cursos posteriores, acá te daremos sólo un breve es­quema para que puedas ubicar y comprender mejor las lecturas seleccionadas en la antología de esta unidad.
En el campo de la novela, España llega a su mayor auge literario, superior al de cualquier otro país europeo. Miguel de Cervantes y Saavedra -en la culminación o entrecruce de los Siglos de Oro, pues nace en el siglo XVI (1547) y muere en el XVII (1616) compendia todo el valor de la novela española y, como afirmó Menéndez y Pelayo, se transforma en el monarca del género en la literatura del mundo". Cervantes es, en este sentido, un ge­nio semejante al Dante, quien compendia la vida total de la Edad Media, y a Ariosto, escritor que resume en su principal obra los más varios y altos valores del Renacimiento.
En el prólogo a sus doce Novelas Ejemplares -cuya lectura te recomendamos, pues trae el famoso autorretrato del autor, Cervantes afirma su condición de creador de la novela española. Dice: "a esto se aplicó mi ingenio; por aquí me lleva mi inclinación, y más, que me doy a entender, y es así, que yo soy el primero que ha novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas. Mi ingenio las engendró y las parió mi pluma y, van creciendo en los brazos de la estampa." Esto último, refiriéndose a la prensa.
En la España de la Edad de Oro se produje­ron varias clases de novelas: la caballeresca o libros de caballería, la novela pastoril, la novela picaresca, la novela de tema Histórico y morisco, la novela corta y la novela romántica, de aventuras o novela bizantina. Sobre todas ellas, conteniéndolas y superándolas, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha.
La novela de caballería: Decía bien Cervantes al atribuirse ser el creador de la novela española, pues los libros de caballería derivaron de los cantares de gesta franceses y de las leyendas subsiguientes. Sus héroes -Carlomagno, Turpín, Los Doce Pares, Fierabrás, el rey Artús (Arturo) y sus caballeros Oliveros, Reinaldos, Orlando, Roldan, Rolando, Lanzarote, Leonís, Tristán y otros-, como en cualquiera telenovela actual, llenaron la fantasía de innu­merables lectores, primeros en Inglaterra, en Alemania, en los países nórdicos, más tarde en Italia y, después, en España, donde apareció, en el siglo XIV, la primera novela castellana, El Caballero Cifar, publicada a comienzos del siglo XVI. Es una obra anónima. Recuérdala por dos aspectos interesantes:
 a) El caballero tiene un escudero. Ribaldo, parecido en ciertos rasgos a Sancho Panza,
 b) El nombre de la obra te da a conocer el tema y algo más. Es muy largo. Inició la moda de los títulos larguísimos, títulos-resumen: Historia del famoso cavallero de Dios que avía por nombre Cifar, el cual por sus virtuosas obras el hazañosas cosas fue rey de Mentón et de su criado Ribaldo, el cual por su astucia et valor fue armado cavallero et  todos le dizían el Cavallero Amigo.

 El Amadís de Gaula, obra anónima, apareció  a fines del siglo XV.   Es la mejor novela de su especie y su protagonista, el más famoso de todos los héroes caballerescos. Cervantes la alaba en el capítulo VI de la primera parte de su obra maestra. Inmediatamente después de su primera edición.  El Amadís de Gaula comenzó a ser leído por muchos y variados lectores. Fue traducido a diversos idiomas y dio origen a una caterva de innumerables héroes: Palmerín, Esplandián, Beliamís... Una verdadera epidemia caballeresca. Por fortuna, este tipo de novela comenzó a decaer rápidamente a mediados del siglo XVI.

La novela pastoril: Así como la de caballería idealizaba artificiosamente los ideales y la vida del caballero batallador, la nueva fórmula, de modelo italiano, idealizaba la vida bucólica, agreste y sana del campo. Se vive en ella a campo abierto, en un ambiente sereno, eglógico y estereotipado. Se cuida el estilo y se mezcla el verso con la prosa. Algunas obras se salvan, justamente, por la poesía intercalada en el relato. A pesar del influyente origen itálico, la novela pastoril tiene antecedentes españoles: poemas bu­cólicos, vaqueiras, pastorelas, serranillas.
La obra maestra del estilo pastoril, La Dia­na, fue escrita por el portugués, radicado en Castilla, Jorge de Montemayor (1520-1561). En Italia, Jacobo Sannazaro había escrito La Arcadia, con la que influyó en toda Europa. Gaspar Gil Polo, siguiendo a Montemayor, escribió La Diana Enamorada, valiosa por los poemas intercalados más que por la fuerza del relato.
La primera novela de Cervantes fue una obrita pastoril: La Galatea, que él quería como a una hijita débil; lo demuestra el citado capítulo VI del Quijote, cuando el Cura dice que ese tal Cervantes, gran amigo suyo, es más versado en desdichas que en versos y que La Galatea puede salvarse del fuego en espera de que me­jore en la segunda parte que promete.
Por cierto, Lope de Vega no podía dejar de intentar este género de relatos. Escribió una obra titulada también La Arcadia, seca, pesada y atiborrada de elementos cultistas.
La novela Picaresca: Este tipo de novela, como la define un  autor es "la autobiografía real o fingida de un pícaro", el tipo más genuinamente español y realista de toda esa variedad de creaciones, Escrita generalmente en primera persona y en un tono satírico que casi nunca es ácido o directo, carece de grandes pasiones y complicaciones; en ella, el amor y el odio están ausentes. El  motivo central, unitivo, de los distintos episodios es el antihéroe, el pícaro. Este personaje se mueve acuciado por la necesi­dad, el hambre, la búsqueda de un amo a quien apegarse. Puede ser ridículo, grosero, cómico, sucio a veces, ladronzuelo avezado, pero nunca un criminal de mala sangre. Casi nunca logra una vida feliz, y jamás, la prosperidad. Es vaga­bundo; tiene alergia al trabajo y se libra a medias, gracias a su astucia. Es  pesimista, de suerte adversa; no obtiene ni le importan hono­res ni privilegios. Muchas veces es digno de lástima y suele tener un buen fondo, caritativo y solidario como un buen pobre.
El Lazarillo de Tormes, novela anónima atri­buida a diferentes autores, inicia el ciclo de la  picaresca, aunque, según los técnicos,  Lázaro no es todavía un pícaro perfecto, sino un mu­chacho inexperto, marcado por la injusticia de una sociedad indiferente a su mezquina existen­cia. Es una novela claramente satírica y de humor.
Más desfachatado, pesimista, ilustrado y via­jador, es el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (1547-1614). Este autor llevó una vida aventurera y conoció la cárcel, la primera vez a los diez años. Intercala algunas novelas cortas y disgresiones morales, frutos de su propia expe­riencia, a la vez que cita autores clásicos como reflejo de su educación universitaria.
La curiosidad del relato picaresco Vida del  Escudero Marcos de Obregón radica en el juego  del tiempo. Fue escrita por Vicente Espine (1550-1624). Esta obra comienza con las últimas "hazañas" del héroe para pasar luego a episodios ocurridos mucho antes. Imagina el narrador que el oyente se aburre y ambos se duermen para continuar al día siguiente. Resultan, así,  tres libros o partes que su autor llama relaciones. Marcos no es tan pícaro como sus colegas de otras novelas; su sarcasmo no es tan duro como el de Pablos (protagonista de la obra de Quevedo) y  su vida no es tan crudamente realista como la obra La Pícara Justina, atribuida a Francisco Lope de Úbeda. Obra curiosa por el ambiente, por la gracia castiza del lenguaje y por ser Justina la primera “pícara”, es la primera novela de este tipo en que el protagonista es una mujer, aunque hay otros ejemplares menores: La hija de la Celestina, de Salas de Barbadillo; La niña de los Embustes, la Garduña de Sevilla, ambas de Alonso del Castillo Solórzano.
Mencionaremos aun a Luis Vélez de Guevara, que pinta una sátira en El Diablo Cojuelo, la historia de un diablillo que, escapando de una redoma, va levantando los techos de las casas y se ve, entonces…todo.
Algunos consideran como picaresca la novela dialogada de Lope de Vega  La Dorotea por su carácter autobiográfico, su verismo y por su frescura y auténtico sabor popular.
Incompleto sería este esquema si no te mencionáramos la más descarnada y opulenta novela picaresca del siglo XVII, la despiadada y grotesca Historia del Buscón Don Pablos, Ejemplo de Vagabundos y Espejo de Tacaños, una de  las primeras obras de Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580-1645), el genial representante del conceptismo barroco.

La Novela Bizantina
Es de influencia clásica.  Ya en la época helenística de la literatura griega se había cultivado una novela de esta clase, en la que junto a una intriga amorosa se relataban viajes y peripecias.  Como ejemplares de este tipo pueden citarse: Historia de los Amores de Clareo y Florisea, de Nuñez de Vega, y la obra póstuma de Cervantes, Los Trabajos de Persiles y Segismundo.

La Novela Histórica de Tema Morisco
Este tipo de novela tendrá repercusión posterior en el Romanticismo.  Tiene antecedentes en las crónicas y en los romances fronterizos.  La Historia de los Bandos de los Zegríes y Abencerrajes o Guerras Civiles de Granada, escrita por Ginés Pérez de Hita, nacido en 1544, “nos ofrece – dice Roque Esteban Scarpa – una cálida y viva pintura llena de colorido y sentimientos de la vida cortesana granadina, antes de la caída del reino en poder de los cristianos.  El moro pasa a ser personaje simpático, capaz de grandes amores y sentimientos, recociéndosele, a la vez, sus dones caballerescos y de valentía.”

Otro ejemplo es la Historia de Abindarráez y Jarifa, atribuida a Antonio de Villegas  (1549?-1577?).

La novela corta:
Ninguna de las obras ante­riores logra la perfección y maestría de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes. Ya en el siglo XIV, y aun antes, se pueden encontrar antecedentes de este tipo de obras. Por ejemplo, en don Juan Manuel, Chaucer, Boccaccio. :
Leamos la afirmación autorizada de Marcelino Menéndez y Pelayo en uno de sus estudios: "Nuestra literatura del siglo XVI no había producido narración alguna que pueda entrar en ' competencia con la más endeble de las novelas de Cervantes... ¡Y qué abismos hay que salvar  desde estas imperfectas obras hasta el encanto de La Gitanilla, poética realización de la vida nómade, la sentenciosa agudeza de El Licencia­do Vidriera, o el brío picaresco de La Ilustre Fregona, o el interés dramático de La Señora Cornelia y La Fuerza de la Sangre, o la picante malicia de El Casamiento Engañoso, o la pro­funda ironía y la sal lucianesca de El Coloquio  de los Perros, o la plenitud ardiente de vida que  redimen y ennoblecen para el arte las truhanescas escenas de Rinconete y Cortadillo”  Obras  de regia estirpe con las novelas de Cervantes, y  con razón dijo Federico Schlegel que quien no gustase de ellas y no las encontrase divinas, jamás podría entender ni apreciar debidamente el Quijote."
\     La Española Inglesa, El Celoso Extremeño, Las Dos Doncellas y El Amante Liberal comple­tan el grupo de las doce novelas de Cervantes, quien emplea el término "novela" en el sentido italiano de "novella", es decir, "novela corta".
En repetidas ocasiones, diversos autores atri­buyen a Cervantes La Tía Fingida que, de he­cho, apareció en la primera publicación. Habría que agregar, dentro de este mismo estilo de rela­to, las que Cervantes intercaló en el Quijote.

 Síntesis: El Barroco

Se entiende por Barroco la evolución que sufre el arte renacentista, que culmina en el siglo XVII cuando las obras de arte se recargan con adornos superfluos y los temas se centran en el desengaño y el pesimismo.

Comparación

Edad Media (S. V al XV)
Renacimiento (S. XVI)
Barroco (S. XVII)

Concepción de la vida


El hombre medieval concibe la vida como un valle de lágrimas. La muerte era considerada muchas veces como la liberación del hombre
Concepción de la vida


El hombre renacentista concibe la vida como una etapa en la que hay que disfrutar antes de que llegue la muerte
Concepción de la vida


Para el hombre del Barroco la vida se convierte en pesimismo y desengaño; el hombre ve el mundo como un conjunto de falsas ilusiones que acaba con la muerte
Situación Política
Durante la Edad Media, el poder real estaba muy debilitado; necesitaban ayuda de los nobles para sus campañas militares

Situación Política
En el Renacimiento se fortalece el poder real. El dueño absoluto es el monarca, y los nobles se convierten en cortesanos..

Situación Política
España, que había sido la potencia más importante del mundo, se hunde en un total fracaso y nuestro imperio termina con los últimos reyes de la casa de Austria



El Barroco transcurre bajo los reinados de los tres últimos reyes de la casa de Austria: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Es una época de contrastes: decadencia política y social, por un lado y florecimiento artístico, por otro.

Temas
Se critica y satiriza sobre la ambición, el poder y el dinero. La brevedad de la vida, vista como un paso rápido hacia la muerte, es otro tema que atormenta a los hombres del Barroco.

Finalidad
El escritor del Barroco pretende impresionar los sentidos y la inteligencia con estímulos violentos, bien de orden sensorial, sentimental o intelectual. Para lograr lo anterior, recurre a un lenguaje ampuloso y retorcido, que dificulta muchas veces la comprensión.


Culteranismo y conceptismo

El Barroco es una época de contrastes y por esa razón ofrece dos tendencias literarias que se oponen; pero que persiguen el mismo fin: romper el equilibrio clásico.

El culteranismo es una corriente literaria que se basa principalmente en la forma de las palabras; mientras que el conceptismo se basa en el significado o concepto de la palabra.

CULTERANISMO
CONCEPTISMO

Corriente literaria que cultiva la forma de las palabras dejando en un segundo plano su contenido y pretende crear un mundo de belleza, impresionando para ello los sentidos con los más variados estímulos de luz, color, sonido y con un lenguaje ampuloso y culto.
Corriente literaria que profundiza en el sentido o concepto de las palabras; se puede definir como una agudeza mental que da preferencia a las ideas con el fin de impresionar la inteligencia o el deseo de decir mucho con pocas palabras.

Recursos
- Abuso de la metáfora con el fin de crear un mundo de belleza absoluta: Puertas de rubíes en lugar de labios.
- Uso frecuente de cultismos: palabras tomadas del latín o del griego: Argentar en lugar de platear; tórrido, umbroso, áureo...
- Abuso del hipérbaton. Consiste en alterar el orden de una oración, con lo que se llega a hacer difícil su comprensión: Un torrente es su barba impetuoso, en lugar de: su barba es un torrente impetuoso.
- Uso de palabras parónimas. Es decir, palabras de un sonido parecido y diferente significado; con lo que logran impresionar y llamar la atención sobre nuestros sentidos: Nubes-naves. - Frecuentes metáforas, no con el fin de embellecer, como el culteranismo, sino para impresionar la inteligencia: Lumbre por pecado.


Recursos
- Juegos de palabras: utilización de una misma palabra con significados diferentes: "Salió de la cárcel con tanta honra, que le acompañaron doscientos cardenales, sino que a ninguno llamaban eminencia". (Quevedo.)
- Estilo breve y conciso, que se logra mediante la elipsis o eliminación de palabras. Aplican el refrán: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno".
- Antítesis de palabras, frases o ideas, con el fin de impresionar y agudizar la mente: "Mi negra capa, ya blanca por los pecados".

Máximo representante

Máximo representante
Luis de Góngora y Argote
Francisco de Quevedo y Villegas



Luis de Góngora y Argote

Vida
Nació en Córdoba en 1561. Su padre era juez de dicha ciudad y poseía una biblioteca bien dotada. Su madre pertenecía al igual que su padre a una ilustre familia cordobesa. Góngora era el apellido materno, que el poeta utilizaba en primer lugar tal vez porque le sonaba mejor. A los quince años fue a estudiar a Salamanca. Para beneficiarse de ciertas rentas eclesiásticas de un tío suyo llegó a ordenarse sacerdote cuando tenía cincuenta años. Residió algún tiempo en Madrid como capellán de Felipe III. Cuando murió el rey tuvo problemas económicos, se agravaron sus enfermedades y regresó a Córdoba, donde tuvo fuertes enfrentamientos con Quevedo, defendiendo sus ideas literarias. Murió en mayo de 1627

Obra
Su creación culterana más importante es la Fábula de Polifemo y Galatea, de tema mitológico, en la que narra el amor apasionado del gigante Polifemo hacia la ninfa Galatea. Otra obra en este sentido es Las soledades, poema en el que exalta la naturaleza y que quedó incompleto.

También escribió numerosos sonetos en los que predominan las sátiras a sus enemigos, entre ellos Lope y Quevedo. Escribió numerosas letrillas y romances a la manera tradicional,  hermosas y fáciles de entender.

En el siglo XX se estudia a fondo su obra, y varios poetas como Alberti y Lorca reciben el influjo de la poesía de Góngora.

Estilo
Góngora utiliza un lenguaje poético muy elaborado, muy culto, muy selecto, lleno de metáforas originales. De todos modos, este carácter culto y difícil de su lengua poética no presenta la misma intensidad en toda su obra. Hay poemas como "Las Soledades", donde la dificultad es tal, que se necesitaría una verdadera traducción para entenderlos. Pero hay otros cuya lectura es mucho más asequible.



Francisco de Quevedo y Villegas

Vida
Nació en Madrid en septiembre de 1580 y murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el 8 de septiembre de 1645. Estudió en Alcalá y Valladolid. Participó en la política de su tiempo, siendo consejero del duque de Osuna en Italia. Enemistado con el Conde Duque de Olivares, sufrió cuatro años de prisión en la cárcel de San Marcos de León. Tuvo dos grandes pasiones en su vida: la política y la literatura. Las dos le ocasionaron bastantes disgustos.

Obra
En prosa escribió: una novela picaresca, Vida del Buscón llamado Pablos; obras ascéticas, filosóficas y políticas, como La cuna y la sepultura, Política de Dios; obras satírico-morales, como Los sueños.

Sus poesías aparecieron publicadas después de su muerte en un libro titulado Parnaso español. La temática de sus poemas es muy variada: poesía satírica y burlesca, ataques a Góngora, poesía filosófica de dolor por la decadencia de España. Son muy conocidas: A una nariz, A una mujer gorda, A una dama coja, hermosa y remendada.

Estilo
La personalidad literaria de Quevedo resulta muy compleja: se unen en él el moralista riguroso, el satírico de afilado ingenio, el lírico de pureza exquisita y el escritor político de ideas claras. En toda su extensa y lograda obra demuestra su increíble dominio de la lengua.



Textos

Sonetos de Góngora

En "Canto a Córdoba", Góngora recuerda su ciudad natal, Córdoba, y escribe este soneto que envía a sus amigos. El soneto comienza con una exaltación de la ciudad y su entorno, y termina afirmando su constante recuerdo de ella.

En "A la mujer joven", el poeta toca el tema renacentista: aprovecha el tiempo, la vida que tienes; goza de la juventud mientras dura. El soneto se construye sobre la exaltación de la belleza de una mujer joven.

CANTO A CÓRDOBA

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!
¡Si entre aquellas ruïnas y despojos
que enriquece Genil y Dauro baña
tu memoria no fue alimento mío,
nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!
 A LA MUJER JOVEN

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lirio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano
y mientras triunfa con desdén lozano
de el luciente cristal tu gentil cuello
goza cuello, cabello, labio y frente
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata, o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, el polvo, en sombra, en nada.

Sonetos de Quevedo

En "Advertencia a un ministro", Quevedo advierte al poder, en la persona de un ministro, lo peligroso que es humillar al pueblo, pues es darle razones para rebelarse contra quien gobierna mal.

En "¡Cuán frágil es la vida!", desarrolla la idea de la brevedad de la vida; idea que tocan todos los poetas desde la Edad Media; pero que en la época barroca conduce a un sentimiento de desolación y desengaño.

ADVERTENCIA A UN MINISTRO

Tú, ya, ¡oh ministro!, afirma tu cuidado
en no injuriar al mísero y al fuerte;
cuando le quitas oro y plata, advierte
que les dejas el hierro acicalado.

Dejas espada y lanza al desdichado,
y poder y razón para vencerte;
no sabe pueblo ayuno temer muerte;
armas quedan al pueblo despojado.

Quien ve su perdición cierta, aborrece,
más que su perdición, la causa della;
y ésta, no aquélla, es más quien le enfurece.

Arma su desnudez y su querella
con desesperación, cuando le ofrece
venganza del rigor quien le atropella.
 ¡CUÁN FRÁGIL ES LA VIDA!

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!

Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.

¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!

Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.


El Rococó

 El rococó es un estilo artístico que surgió en Francia en el siglo XVIII, aportando una ornamentación de base naturalista y de inspiración chinesca.

La fase final del arte barroco, por su cada vez mayor libertad estilística, acabó desembocando en una nueva sensibilidad artística, un nuevo estilo llamado rococó que nació en los frívolos ambientes de la aristocracia francesa y que convirtió la decoración de sus casas y la de sus salones en una muestra exterior de riqueza.

En Francia el rococó dio paso al austero estilo neoclásico a finales del siglo XVIII y con el inicio de la Revolución Francesa en 1789 desapareció de manera repentina y por completo


Narraciones de la Época Moderna

El Neoclasicismo: Siglo XVIII
Una nueva tendencia literaria empieza a per­filarse a fines del siglo XVII. Ella nos anuncia el surgimiento de la Época Moderna en literatu­ra, la que significará un cambio radical en el modo de interpretar la realidad humana. Como ya te hemos dicho, el Renacimiento preparó esta nueva tendencia que comprende el siglo XVIII y constituye el período neoclásico de la literatura europea. Por ello, a lo largo del siglo predominarán el espíritu, las ideas y los gustos literarios procedentes del Renacimiento: imita­ción de los antiguos, predominio de la razón sobre la imaginación, carácter moralizante de la literatura, sujeción a reglas o cánones conven­cionales. No obstante lo cual, el Neoclasicismo posee rasgos peculiares, perfectamente identificables.
El Neoclasicismo no sólo tuvo vigencia en Europa, sino que llegó a Hispanoamérica. El siglo XVIII europeo es un período neoclásico, del mismo modo como la primera mitad del siglo XIX, lo es en Hispanoamérica.

Contexto Filosófico: Los enciclopedistas - La Ilustración.
El siglo XVIII fue testigo del surgimiento del afán de la burguesía de manifestar sus ideas por todos los medios, especialmente utilizando la literatura como arma política y filosófica y no para crear ficción. Francia se convirtió en el centro de este movimiento, especialmente París, donde los burgueses gozaban de poder económico y prestigio cultural y conspiraban para ganar poder político, hasta entonces en manos de la nobleza y el clero. El período termina con la Revolución Francesa, revolución burguesa que terminó triunfante pero que, tan pronto se aferró al poder, traicionó sus ideales.
Durante todo este período, la élite ilustrada pretendió elevar, en todos sus aspectos el nivel social de los ciudadanos. Para ello acudió a un arma: la razón, y a un medio: la educación. Los ilustrados atribuyeron esas causas de todos los males al bajo nivel cultural de las personas. Pensaba que si se les educaba, si se les enseñaba la verdad, el pueblo no caería en los mismos errores y horrores del pasado.
La Enciclopedia o Diccionario de las ciencias, artes y oficios, uno de los mayores esfuerzos filosóficos del siglo, es la mejor muestra del esfuerzo de la Ilustración. En un principio, la Enciclopedia era una traducción la Cyclopaedia de Ephrain Chambers (Londres 1728), pero se modificó este proyecto en el sentido de confeccionar una obra original, de gran amplitud. En ella se logró la difusión de nuevas escuelas de pensamientos en todas las ramas de la actividad intelectual, y por ello mismo se criticó duramente a todas las ideologías e instituciones tradicionales.
Tenía como doble misión, exponer el orden y encadenamiento de los conocimientos humanos, contener los principios generales y los detalles más esenciales de cada ciencia y cada arte, liberal o mecánico. La idea general consistía en conformar un gran diccionario que guardara a la vez la teoría y la práctica, para que el desarrollo de Francia y de los otros países Europeos fuera a la vez intelectual y material. Representa una síntesis de los conocimientos humanos. La Enciclopedia reúne y divulga datos especializados o dispersos que no podían ser hallados con facilidad y presta un importante servicio a la cultura del hombre moderno. La palabra Enciclopedia proviene del griego y significa Instrucción circular. Consta de 35 volúmenes, su nombre completo es "Encyclopédíe ou Dictionnaire raísonné des sciences" o "Enciclopedia o diccionario razonado de las artes y los oficios", fue publicado entre 1751 y 1772; contó con la colaboración de numerosos escritores y científicos. Fue dirigida por Diderot y d'Alembert y redactada por Voltaire, Rousseau, Turgot, Montesquieu y otros pensadores.
D'Alembert redactó el prólogo, el Prospectus, del que se publicaron ocho mil ejemplares en 1750. D'Alembert presenta el proyecto de la obra en su famoso Discurso, conforme al Árbol de los conocimientos humanos de Francis Bacon. Desde el principio, la Enciclopedia tiene enemigos poderosos, principalmente jesuitas, jansenistas y eclesiásticos en general, y será recibida con violentos ataques. Se acusa a los redactores de rebajar a los reyes y a los santos, y de predicar la libertad de expresión. Se retiró ante las dificultades que surgieron, especialmente por la persecución de la censura oficial, y Diderot quedó como el único coordinador. En el prólogo de la Enciclopedia, d'Alembert indicó la necesidad de un conocimiento positivo al margen de todo moralismo religioso. Su redacción en lengua popular fue el factor que impulsó la persecución oficial, por lo que gran parte de la obra fue redactada clandestinamente.

Jean Le Rond D'Alembert (1717-1783) estudió en el Colegio Jansenista de las Cuatro Naciones, excelente para estudiar matemáticas, aunque estaba especializado en Teología. Su verdadera pasión eran las matemáticas. En 1739 d'Alembert leyó su primer trabajo en la Academia de las Ciencias de Paris. Entre sus contribuciones a la ciencia, destaca el Tratado de dinámica, de 1743, en el que resuelve la controversia sobre la conservación de la energía cinética. En 1744, d'Alembert publicó Tratado sobre el equilibrio y el movimiento de fluidos. Este trabajo enfocaba el problema de una manera distinta a como lo había hecho Daníel Bernoulli.
En 1746 comenzó a trabajar con Díderot en la Enciclopedia. Como D'Alembert se llevaba mal con casi todos los Académicos de la Academia de París, enviaba sus trabajos a la Academia de Berlín, donde las recibía Euler. Al principio la relaciones con Euler fueron buenas; sin embargo, posteriormente (1751) se estropearon y d'Alembert cesó' de enviar sus trabajos a la Academia de Berlín y los publicaba por su cuenta bajo el título Opúsculos matemáticos durante los años 1761 a 1780.
Denís Diderot (1713-1784), estudió con los Jesuitas su carrera eclesiástica, que abandonó. Su pensamiento ateo, derivado de Hume y de sus ideas deístas, no fue muy bien recibido en la época, porque atentaba contra el orden moral reinante. Por tal razón, su obra "Pensamientos Filosóficos"(1746), donde explicaba y afirmaba su filosofía deísta, fue mandada a quemar por el Parlamento Francés. Igualmente fue encarcelado por la publicación de su obra "Carta sobre los ciegos". En 1747 recibió la invitación para editar una traducción francesa de la Cyclopaedía inglesa de Ephraim Chambers. Este proyecto se convirtió en la inmensa obra que paulatinamente pudo culminar después de varios tropiezos con el poder reinante de la época. Diderot explora entre muchos otros campos, el campo de la estética y el gusto, determinando que la belleza se encuentra en la naturaleza, y que por lo tanto, el arte debe buscarla mediante la imitación de lo natural.
Entre sus obras más destacadas se encuentran; Jacques el fatalista (1796), donde analiza la psicología del libre albedrío y el determinismo; El sobrino de Rameau (1761), una sátira de la sociedad contemporánea y su hipocresía; Pensamientos sobre la interpretación de la naturaleza (17s3), que antecede a Darwín y su teoría de la evolución.
Voltaire, seudónimo de François-Marie Arouet, (1694-1778), es el símbolo de la Ilustración. A los diez años ingresa en el colegio de los jesuitas de Louis-le-Grand, donde recibe una educación preferentemente literaria y en 1711 inicia los estudios de derecho, que no va a terminar nunca. Su interés está en mundo de las letras.
Sus éxitos literarios se sucedieron unos a otros: La Henriada (1727), poemas, Bruto, Zaira, tragedias, Historia de Carlos XII, ensayo histórico y una de sus obras más perdurables, cartas filosóficas (1734). La aparición de esta obra supuso un escándalo público; las Cartas fueron quemadas públicamente y su autor, amenazado de arresto, tuvo que huir. Se refugia en el castillo de la marquesa de Chatélet, en Cirey, a quien se une sentimentalmente durante los dieciséis años siguientes. En este período, publica, aparte de diversas tragedias, Elementos de la filosofía de Newton (1737), Metafísica de Newton (1740), y es nombrado miembro de la Academia Francesa en 1746.
Tras la muerte de Mme. de Chatélet, Voltaire, invitado por Federico de Prusia, parte para Berlín, donde es nombrado chambelán de la corte y goza de aposentos en los palacios reales. De esta época es la importante obra El siglo de Luis XIV (1751). Deja Prusia, tras una riña con su antiguo amigo y entonces competidor en la fama, Pierre Louis Moreau de Maupertuis y se traslada a Francfort y luego a las inmediaciones de Ginebra (1754-1755). Aprovecha el desasosiego causado por el terremoto de Lisboa de 1755 para publicar Poema sobre el desastre de Lisboa, inicia sus colaboraciones con la Enciclopedia, y publica los siete volúmenes de Ensayos sobre la historia general y sobre las costumbres y el espíritu de las naciones (1756) e Historia del imperio de Rusia bajo Pedro el Grande (1759).
En estos años comienza su lucha constante contra la Iglesia católica, en la que personifica su odio a la religión, mientras se confiesa creyente en un Ser supremo y nunca ateo. Aparecen sucesivamente diversas obras de contenido filosófico: El diccionario filosófico de bolsillo (1764), Filosofía de la historia (1765), El filósofo ignorante y Comentario al libro sobre delitos y penas de Beccaria (ambos en 1766).
A pesar de todos sus éxitos filosóficos y literarios, a Voltaire le estaba prohibido todavía acercarse a París. Tras subir al trono Luis XVI, aprovechó la representación en la Comédie Française de su tragedia, Irene, para acudir a la capital. El éxito personal de Voltaire en París fue clamoroso. La Academia Francesa en pleno, reunida entonces en el Louvre, le rinde tributo de admiración y respeto y d'Alembert hace su elogio público.
Murió el 30 de mayo y fue sepultado en el monasterio benedictino de Scelliéres, cerca de Troyes. Posteriormente fue trasladado en triunfo al Panteón de Hombres Ilustres, en París.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), nacido en Ginebra, viaja a París en 1744 donde trata con Diderot y D’Alembert, relación que lo lleva a colaborar en la enciclopedia. Su aporte a ésta no tan significativo como el de los personajes anteriores, ya que él solo participo escribiendo artículos de música y todo lo relacionado con el terreno musical.
Rousseau fue siempre partidario de una transformación radical del sistema político y social que condujera de una manera lógica a la revolución, sentimiento que se ve expresado en una de sus obras "El contrato social"; en 1759 publicó un estudio, "Emilio", el cual habla de la educación y la importancia de la expresión frente a la represión, para que los niños logren un equilibrio y un pensamientos libre de opresiones. Estas obras, que son las más importantes, fueron rechazadas en Francia, y hasta se le condenó a ir a prisión; desesperado busca huir a Suiza, pero Ginebra también las prohibió, por lo cual debe acudir a la protección de Federico II de Prusia. Por último, escribe "Confesiones" una autobiografía que preconiza el movimiento romántico.
Los pensadores franceses, que se llamaron a sí mismos Les Philosophes, tenían aprecio de la situación inglesa, tanto en su organización política, social y económica, como en su filosofía. De ahí surgieron algunas de las ideas de la Ilustración francesa, que incluyen, fe en el progreso humano, la educación como instrumento para mejorar a los hombres, libertad religiosa e igualdad entre todos los seres humanos, y un gobierno del pueblo como expresión de un convenio entre ciudadanos.
La Ilustración francesa tuvo su origen inmediato en los avances de las ciencias naturales, la técnica y la investigación, que motivó su ideal de que la razón dominara no solo la naturaleza sino la sociedad. La razón poseía la vitalidad para cambiar la realidad. La visión del mundo de la Ilustración fue retomada por la burguesía, que ya tenía la conciencia de su condición por su ascenso económico. Así, para los ilustrados, una formación racional y una educación humanista proporcionaban el progreso de la sociedad y desarrollaban el cosmopolitismo (idea de una burguesía universal), la concordia entre los hombres, así como la felicidad tanto de los individuos como de la colectividad. De esta forma, el movimiento ilustrado fue adquiriendo un matiz cada vez más ideológico y, posteriormente, jugaría un papel muy activo en el proceso de la Revolución Francesa.
Resumen: La Ilustración 1690-1790
1690: John Locke (1632-1704) publica su Essay Concerning Human Understanding (Ensayo sobre el Conocimiento Humano), que establece los fundamentos de la escuela empírica de filosofía, y Second Treatise on Government (Segundo Tratado sobre Gobierno), que es la base del liberalismo.
1748: Montesquieu (1689-1755) publica su Espíritu de las Leyes.
1751: Se publica el primer volumen de la Encyclopedie.
1759: Voltaire (1694-1778) publica Candide.
1762: Rousseau (1712-1778) publica Emilio y El Contrato Social.
1776: Adam Smith (1723-1790) publica La Riqueza de las Naciones.
1782: Immanuel Kant: La Crítica de la Razón Pura
1795: Condorcet (1743-1794) publica Progreso Humano.

El Ambiente Histórico
El Neoclasicismo se caracteriza en gran medida por una reacción frente a las exageraciones del barroquismo, el cual, aunque ya decadente desde la muerte de Calderón de la Barca (1681), alcanza hasta bien entrada la centuria siguiente. En España, el siglo XVIII es el siglo del “gran plagio”, servil copia e imitación de lo francés, fenómeno común, por otra parte, a toda la vida europea.  .Esto llegó al extremo de hablarse de una "Europa francesa". Ángel Valbuena Prat, en su Historia de la Literatura Española, resume los aspectos esenciales del siglo: "Finura y criticismo. Watteau, Mozart, Versalles y Viena, por un lado -jardines som­brosos, palacios neoclásicos, aire de minuetto-; y por otro lado, la ciencia nueva, la investiga­ción, la crítica acerada y negativa, precursora de las convulsiones de la revolución francesa".
Características Generales del Periodo Neoclásico
El objeto fundamental de la literatura neoclásica es el hombre culto -noble o burgués- que forma parte de la sociedad. Se propone estudiar el alma del hombre: su fondo espiritual perma­nente. Deja de lado, por tanto, la naturaleza exterior, el mundo material circundante y las diversas épocas y lugares.
Se observa al hombre no sólo para conocerlo o describirlo adecuadamente. Lo que se busca es perfeccionarlo desde una perspectiva moral. Todo autor neoclásico se propone a través de su obra alcanzar un fin moral. La obra es un medio para enseñar al hombre a conocerse a sí mismo y perfeccionarse. Este sentido moral, propio del arte neoclásico, domina en toda Europa, sobre todo en Francia. De aquí provie­ne el rasgo de impersonalidad: la obra no debe revelar el ser íntimo de un escritor, con sus debilidades, anhelos, frustraciones y misterios, sino una personalidad literaria.
Este rasgo de impersonalidad está en íntima conexión con el carácter intelectual de la literatura europea del período neoclásico. Esto no quiere decir que los sentimientos se encuentren ausentes; al contrario,  las obras  neoclásicas cantan al amor, al patriotismo, al honor y a la fe religiosa. Pero estos sentimientos no se con­sideran dignos de ser cantados por la literatura, si antes no son pulidos y tamizados por la razón. Es necesario que tú pienses que la razón  es común a todos los hombres, pero todos nos  diferenciamos por la imaginación y la sensibili­dad personales. Ambas, la imaginación y la sensibilidad, dependen de factores individuales vinculados con nuestra íntima personalidad. La razón despoja de su carácter espontáneo a los sentimientos; frena los caprichos de la fantasía; encauza los ensueños de la imaginación y desa­loja los perturbadores misterios de los abismos del alma.
La razón elimina lo que no tiene un valor duradero y válido para todos. De acuerdo con lo expuesto, si la imaginación y la sensibilidad son personales, se dificulta la comunicación entre autor y lector. Al contrario, si la razón guía y encauza el carácter espontáneo de los sentimientos, éstos ganan en universalidad, pues se vuelven comunes entre autor y lector. Así pensaban.
Igualmente, este afán por intelectualizar los sentimientos se debe al deseo de analizarlos para hacer que el hombre se conozca mejor a sí mismo y a sus semejantes. Lo que se pretende, entonces, es mejorar las almas y corregir los vicios. Formar al hombre honesto era la meta ideal. Por eso, la literatura neoclásica estudia al hombre en general, al hombre de todos los tiempos y de todos los lugares, sin que le interesen las particularidades individuales ni tampoco las diferencias históricas o geográfi­cas.
Es el hombre moral y no el hombre concreto, individual, lo que se busca definir e interpretar. Según esto, la más alta misión del escritor es eliminar y guiar las almas de sus lectores.
Esta finalidad moralizante de la literatura neoclásica se relaciona con el afán de imitación de los antiguos: Homero,  Virgilio,  Píndaro, Horacio, Sófocles, Demóstenes, Cicerón, entre otros.  Se reconocía la superioridad de estos autores, pues se consideraba que habían alcan­zado la perfección máxima. De aquí la necesi­dad de imitarlos lo mejor posible. Lo demás era extravagancia y mal gusto.
La nota más representativa y general de la época neoclásica es, pues, el predominio de la razón; de su arma, la crítica y de sus derivaciones: la investigación y la erudición.
Francia Domina Literariamente a Europa
Mientras España vivía los recuerdos de su Edad de Oro, Francia alcanzaba el máximo esplendor político y cultural. Luis XIV, el Rey Sol, representaba un Estado poderoso, unido, de gran influencia en toda Europa. Buscando la hegemonía política continental, Luis XIV con­certó el matrimonio de su sobrina María Luisa de Orleans con Carlos II, último heredero de los Habsburgo en España. Este monarca, al no tener sucesión, testamentó en favor de un nieto de Luis XIV, Felipe de Anjou. En el año 1700  murió Carlos II y, con él, la dinastía alemana de los Habsburgo en España. En 1701, juró el nuevo rey, con el nombre de Felipe V. Así llegaba la casa real de los Borbones al trono español.
En cuanto a la literatura, con la muerte de Pedro Calderón de la Barca, en 1681, el espíri­tu barroco empezó a decaer en España. La literatura dejó de tener las connotaciones espirituales de Tirso de Molina y del mismo Calde­rón. Junto con esto, comenzó a desarrollarse una nueva forma de expresión literaria, orienta­da desde Francia. Como este país se había mantenido ajeno a la tendencia barroca eu­ropea, su literatura era considerada en el siglo XVIII un modelo digno de imitación.
Italia, a su vez, también pasó a un segunde plano literario y ninguna renovación profunda se apreció hasta mediados del siglo XVIII. Ale­mania no produjo frutos originales hasta el últi­mo tercio del siglo XVIII, para alcanzar un súbito esplendor con los románticos.
En Holanda, Suecia, Polonia y Hungría, se imitó muy de cerca a Francia y no se discutió su influencia. El mismo orden de cosas ocurrió en el resto de Europa. La situación de Francia era privilegiada durante ese período, gracias, tanto a las circunstancias históricas, como a un número apreciable de escritores de primer nivel aunque no propiamente dentro del género narrativo. Mencionemos algunos:

a) PEDRO CORNEILLE (1606-1684), Padre de la tragedia moderna. Los héroes de sus obras más famosas muestran una gran fuer­za interior dirigida por la voluntad y la inteligencia en pos de un ideal de vida: El Cid, Edipo. poliectes.
b) JEAN RACINE (1639-1699). En sus obras teatrales más famosas (Andrómaca, Ifigenia en Aulide. Fedra), hace un penetrante estu­dio moral de las pasiones del hombre. La razón le permite verificar los estragos a que conducen las pasiones desmedidas.
c) MOLIERE (1622-1673), seudónimo de Juan Baustista Poquelin. En sus comedias se burla de las debilidades humanas: la pedantería, la avaricia, la hipocresía, la vanidad, entre otras. Las Preciosas Ridículas. El Matrimonio a la Fuerza, El Avaro, El Enfermo Imaginario, son algunas de sus obras.
El ideal clásico encarnó en Francia y fue el espíritu francés -con su claridad, su lógica, su racionalidad, su profundidad y su afán moralizador- el que predominó en toda Europa. Inclu­so para muchos países lo clásico y lo francés llegaron a ser sinónimos.
La Novela en el Siglo XVII
Dentro del contexto europeo, habíamos deja­do de lado, voluntariamente, a Inglaterra. A este país le corresponde un lugar destacado  dentro del desarrollo de la narrativa moderna. Precisamente, la creación literaria más grande del siglo XVIII es la novela sicológica. Con ella se pasa del relato simple de aventuras, al    de análisis de los sentimientos que dichos sucesos; provocan en los personajes que se desenvuelven en el mundo novelesco de la obra.
La transición de la novela de aventuras a la  sicológica fue realizada en Inglaterra por Daniel Defoe (1661-1731). Su obra más famosa; Robinson Crusoe, vive en la imaginación de todos los niños y en el recuerdo de cualquier  hombre. La novela se originó en un hecho real: la aventura del marinero Alexander Selkirk, quien dentro del mundo de la ficción origina al personaje de Robinson Crusoe. Esta narración constituiría, de acuerdo con los cánones neoclásicos, la epopeya del hombre civilizado que, gracias a su esfuerzo e inteligencia, domina una naturaleza salvaje e impone en ella una vida cristiana y moral. Robinson Crusoe no se deja abatir por la soledad y el abandono en un mundo irracional. Su razón y su voluntad, guiadas por la Biblia, le muestran la luz de la civilización que debe trascender a las tinieblas de la barbarie. Robinson Crusoe y Viernes simbolizan las dos fuerzas que se enfrentan en el mundo: civilización y barbarie. Domina el primero y el salvaje Viernes es domesticado, educado.
Finalidad Moralizadora de la Literatura Neoclásica
Durante el período neoclásico, la literatura es considerada como un medio para educar y transformar a la sociedad. Debe reproducir la realidad humana tal como se presenta a la expe­riencia, con sus rasgos positivos y negativos. Tanto el vicio como la virtud coexisten. Por lo tanto, la literatura debe revelar la presencia de ambos para que los hombres se alejen de los vicios y practiquen las virtudes. La literatura neoclásica es, entonces, un medio para educar al hombre. Su función es utilitaria, pues preten­de perfeccionar moralmente a la sociedad. Se considera que sólo la educación conduce a la felicidad.
Obra Representativa del Neoclásico Español
La comedia titulada El Sí de las Niñas, de Leandro Fernández de Moratín, así lo demues­tra. Escrita en 1805, se ajusta perfectamente a las ideas y a la sensibilidad neoclásica. Por esta razón acudimos a una obra dramática y no narrativa para demostrar cómo el carácter mo­ralizante, normativo y crítico, característico del Neoclasicismo, mueve a los personajes, organi­za la intriga y conduce el conflicto a un lógico desenlace.
Para que te interiorices un poco más en el espíritu de la literatura neoclásica, te contare­mos el argumento de esta obra dramática.
Paquita, una muchacha joven, está enamorada de un gallardo militar, don Carlos, sobrino de don Diego, prometido oficial de la muchacha. Este último ignora el amor que existe entre ambos jóvenes. La culpa de esta falsa realidad la tiene la madre de Paquita, al desconocer los verdaderos sentimientos de su hija. Del mismo modo, ignoran los sentimientos de la joven las religiosas del convento donde se ha educado. Cuando don  Diego  se  entera de que  ambos jóvenes están enamorados, generosamente renuncia a la mano de su prometida.
El desarrollo del conflicto del triángulo amo­roso sirve para mostrar vicios sociales y enseñar normas de comportamiento. La escenogra­fía de la obra apoya al desarrollo del conflicto: la acción comienza a las siete de la tarde, con el dominio de la oscuridad, y termina a las cinco de la madrugada, con el triunfo de la luz de un nuevo día. Lo que se propone Leandro Fernández de Moratín, a través de esta obra, es educar moralmente a su público. Don Diego reprocha a la madre de Paquita, diciéndole:
"Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras usted y las tías fundaban castillos en el aire y me llenaban la cabeza de ilusiones que han desaparecido como un sueño... Esto resulta del abuso de la autoridad, de la opresión que la juventud padece; éstas son las seguridades que dan los padres y los tutores y esto es lo que se debe fiar del sí de las niñas...".

La Fábula
El carácter didáctico de la literatura neoclásica explica el auge de la fábula en ese período. Entre sus más destacados representantes figuran Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte.
La fábula muestra un vicio humano encarnado en el mundo animal y, al mismo tiempo busca dar normas de conducta que tiendan al .perfeccionamiento social, destacando la virtud que se opone a ese vicio. Así, Iriarte en la fábula  El Oso, la Mona y el Cerdo, nos previene contra los los falsos halagos: el oso desea ser alabado por su baile, pero ante las palabras exageradamente lisonjeras del cerdo, reflexiona y  exclama:            
  Ya que el cerdo me alaba, muy mal debo bailar.
Si el sabio  no aprueba, ¡malo!
Si el necio  aplaude, ¡peor!"

El escritor neoclásico acude a la fábula para expresar la función asignada a la literatura en el  siglo XVIII, mostrar los efectos negativos del vicio y exaltar  la vida virtuosa. Así lo vemos en la tan conocida fábula de Samaniego:

A un panal  de rica miel
 Dos mil moscas acudieron,
Que por golosas murieron
Presas de patas en él.

Así, si bien se examina,
Los humanos corazones
Perecen en las prisiones
Del vicio que  los domina"

   Las Poéticas.
El hecho de que los escritores neoclásicos se consideraran personas cultas, capaces de indicar a los demás el camino que debían seguir, explica la aparición de las poéticas o precepti­vas. Estas obras determinan las reglas o normas fijas del arte en este período. Como se conside­raba que era necesario perfeccionar moralmente al hombre y educarlo, el arte debía ser entendi­do por todos. Las reglas se fundamentaban en la razón,  pues para los neoclásicos sólo lo razonable poseía belleza.  De este modo, la creación artística estaba regida por una serie de normas racionales y se alejaba de las exageraciones de la imaginación. Para el neoclásico, la razón era lo único que podía permitirle llegar a la verdad.
"Nada hay bello si no es verdadero", afirmó: el francés Nicolás Boileau, uno de los altos exponentes de la preceptiva neoclásica. Hoy, nadie suscribiría sus conceptos ni la copia que de ellos hizo en España el preceptor Ignacio de Luzán en su Poética o Reglas de la Poesía en General y de sus Principales Especies. Para este último, el arte "y en especial la poesía, consiste en la imitación de la naturaleza, en lo universal y en lo particular, hecho con versos para utilidad o deleite de los hombres o para uno y otro juntamente".
La ilustración en  España
 La entronización de Felipe V en España significó el desarrollo de  la cultura organizada desde arriba". Fue el propio Estado el que se preocupó de incrementar la cultura ciudadana, es decir, de hacer al hombre más ilustrado. Con este propósito, se crearon, entre otras instituciones,    la  Biblioteca  Nacional   Española,   la Academia de la Historia y la Real Academia Española de  la Lengua,  organismo este  encargado de fijar las leyes lingüísticas y la  evolución oficial del idioma, con el fin de preservar su pureza y enriquecerlo. La Biblioteca nacional se fundó en 1711 con un fondo de 800 volúmenes.
La Real Academia Española fue fundada una real cédula de Felipe V, el 3 de octubre 1714. Calcada de la Academia Francesa, creada por Richelieu en 1635. Su primer director  fue don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de  Villena.   Estaba constituida por veinticuatro académicos que se sentaban en veinticuatro sillones marcados con las letras mayúsculas del alfabeto; más tarde, se añadieron doce plazas más, señaladas con letras minúsculas,  Los académicos son nombrados por elección de la misma academia, y los cargos son vitalicios. La insignia académica es un crisol, puesto al fuego, con el lema limpia, fija y da esplendor, aludiendo a las tareas fundamentales de la institución con respecto al idioma
La primera publicación de la R.A.E. fue Diccionario de la Lengua Española, llamado  Diccionario de Autoridades, en seis tomos.  El  primero, publicado en 1726 y el último 1739. Fue el mejor de los léxicos existentes por  entonces en Europa. La Gramática de la Lengua Española apareció en 1771 y más tarde 1780, una edición cuidada y rigurosa del Quijote.
En 1738, se estableció la importante Academia de la Historia. Un año antes se había fundado El Diario de los Literatos, a imitación del  Journal des Savants francés. Fue una buena publicación de estudio y de crítica. Otras academias: la de Medicina en 1734 y la hasta  hoy muy valiosa Academia de Nobles Artes de  San Fernando.


EL ROMANTICISMO

Según algunos, la palabra romanticismo pro­viene del término francés román, que significa novela. De acuerdo con esto, el término román­tico aludiría a lo novelesco, a la ficción. Para otros, el término romanticismo deriva del voca­blo romance, refiriéndose al período medieval en que se constituyeron las lenguas populares derivadas del latín vulgar -el romance castella­no, por ejemplo.

Características del Romanticismo

a. La idea de libertad: El Romanticismo es una reacción en contra del Neoclasicismo. La sujeción del artista a reglas que encauzan su proceso creativo, el dominio de la razón sobre la fantasía e imaginación, son reemplazados por la libertad creativa. Mariano José de Larra, una de las figuras más destacadas del Romanti­cismo español, siguiendo las ideas del románti­co francés Víctor Hugo, afirma: "Libertad en la literatura, como en las artes, como en la indus­tria, como en el comercio, como en la concien­cia. He aquí la divisa de la época".
Larra sintetiza con estas palabras la nueva actitud artística: el artista es libre para crear su obra tal como la siente, puesto que el arte -y dentro de él, la literatura- deja de ser un instrumento de educación moral y se convierte en el medio de expresión de los sentimientos del autor.
b. La exaltación del yo individual: El esta­do absolutista en que la voluntad del rey se imponía sobre la opinión de sus súbditos, ca­racterizó al siglo XVIII neoclásico. En cambio, los postulados de la revolución francesa hicie­ron variar la situación. Ellos fueron las ideas inspiradoras del Romanticismo. El siglo XVIII simbolizó el respeto a las normas establecidas; en oposición, el Romanticismo propugnó la exaltada valoración de la propia personalidad: el mundo gira alrededor del yo y éste proyecta su espíritu a todo el mundo que lo rodea. Esta  valoración del individuo produce un rechazo a todas las  normas que coartan la expresión individual.  De aquí, el afán  desmedido de libertad. Para el  hombre romántico, él ideal de vida es el que permite la expresión de la personalidad de cada individuo, características que se une al espíritu de rebeldía.
c. El espíritu de rebeldía: Las ansias de libertad y exaltación del yo se traducen en un espíritu de rebeldía que observamos en numerosos personajes literarios, todos ellos aventureros y rebeldes. Basta señalar como ejemplos a  Rafael San Luis -personaje de la novela "Martín Rivas", del escritor chileno y padre de la '" novela nacional Alberto Blest Gana y a Don Juan Tenorio, protagonista del drama escrito por el español José Zorrilla. La  rebeldía de Don Juan contra todas las normas convencionales de la moral y contra todos los prejuicios sociales,  es un verdadero símbolo que encarna el espíritu de la época:
 "Por donde quiera que  fuí,
 la razón atropelló
 la virtud escarnecí.
 a la justicia burlé
y a las mujeres vendí
Yo a las cabañas bajé.
yo a los palacios subí,
yo a los claustros escalé
y en todas parles dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo razón ni  lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar ''    
A quien quise provoque,
con quien quise me batí
ni  nunca consideré
que pudo matarme a 
aquél  a quien   yo maté

Las ansias de libertad, la exaltación del yo y  el espíritu de rebeldía no pueden estar  mejor  sintetizados.

d. Subjetivismo y Melancolía: El hombre  neoclásico estaba condicionado por las normas que regulaban y ordenaban la creación artística.  En  cambio, para el romántico, el individuo es libre  y  desde  esa  perspectiva  personal  debe enfrentar al mundo. La obra literaria, por tanto, depende de una conciencia singular que se ma­nifiesta a través del lenguaje. Como puedes ver, las normas y la ordenación lógica y racio­nal de los neoclásicos han sido superadas en el Romanticismo. Por ello, a diferencia del Neoclasicismo, fiel a unas normas establecidas, el Romanticismo es subjetivo.  El artista expresa sus sueños sin atender al mundo real que lo rodea. Pero cuando no puede evadirse de la realidad verdadera y se siente oprimido por ella, se da cuenta de la profunda distancia que hay entre la realidad que existe fuera de él y la íntima por él soñada.  Del choque realidad- fantasía proviene la melancolía romántica.

e. Sentimiento de soledad: del choque entre realidad exterior y realidad soñada lleva al hombre romántico a una lucha constante que se libra dentro de sí mismo Se siente apartado de la vida cotidiana, ansiando incorporarse a ella pero, al propio tiempo, desecha esta integración. El  escritor oscila entre dos ámbitos: vive fuera de su mundo geográfico y de su realidad histórica concretos y. simultáneamente, se siente parte importante de ese mundo y de esa historia. La actitud esencial del Romántico es precisamente, ese perpetuo confrontar la idealidad personal con la realidad externa. De la oposición infranqueable entre fantasía y realidad surge el sentimiento de soledad.
f. Proyección del sentimiento en el paisaje: Para el artista romántico - poeta, músico, pintor- el paisaje es una proyección de su estado anímico, es decir, es un reflejo de su espíritu Por ejemplo, en El Rayo de  Luna, de Gustavo Adolfo Bécquer, el afán de libertad se traduce en una naturaleza libre: "...la vegetación, abandonada a sí misma, desplegaba  todas sus galas sin temor de que la mano del hombre la mutilase, creyendo embellecerla". O bien, su conciencia de soledad se magnifica en un paisaje  ruinoso, solitario, nocturno: "Era de noche, una  noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y  serena en mitad de un cielo azul luminoso y  transparente. Manrique, presa su imaginación  de un vértigo de poesía, (...) se internó en las lo desiertas ruinas de los Templarios. La medianoche tocaba a su punto. La luna, que se había  remontado lentamente, estaba ya en lo más alto  del cielo...".
Noche, luna, soledad, misterio, ruinas, son  símbolos que adquieren un valor expresivo especial dentro de la escenografía romántica, de acuerdo con el alma del artista. Por eso, Manrique, el protagonista de El Rayo de Luna,  se define como un alma soñadora, amiga de la de soledad y el misterio, que se complace en vagar, por entre las ruinas, en el silencio de la  noche.
Esta huida de la realidad cotidiana y la inmersión en un paisaje natural o en ruinas, son formas a las que acude el artista romántico para manifestar su desengaño ante la realidad que lo rodea   Las ruinas son el símbolo del paso inexorable del tiempo, de lo que ya no existe en el mundo.
La preferencia por una especial imagen de  mundo, explica la importancia que cobra el paisaje: como escenario y como proyección de sus estados anímicos, en autores como Gustavo Adolfo Bécquer, Shelley y Keats. Para ellos, la naturaleza es amiga y confidente de sus desventuras, amores, desengaños y alegrías. Concordando con los sentimientos del artista, está  radiante, triste, serena o misteriosa.
g. Lo sentimental: En el Neoclásico, la libre expansión de los sentimientos estuvo frenada por el predominio de la razón. La lógica  racional y reflexiva se imponía sobre el desbordante mundo sentimental del hombre, en cambio, como has podido apreciar, el romántico relega a un segundo plano la sujeción a normas generalizadoras y abstractas y permite la manifestación de una interioridad, en forma libre, atendiendo a su propia voz interior.
Observa, a continuación, los dos ejemplos que te presentamos y apreciarás las notables inferencias entre una obra neoclásica y una romántica:
"Yo no sé qué vi en ella, que excitó en mí  una inquietud, un deseo constante, irresistible,    de mirarla, de oírla, de hallarme a su lado, de  hablar con ella, de hacerme agradable a sus   ojos... Observé que doña Paquita me trató con  un  agrado particular, y cuando por la noche nos   separamos,  yo quedé lleno de vanidad y de esperanzas,  viéndome  preferido a todos  los  concurrentes de aquel día, que fueron muchos".
“Ines, alma de mi alma
Perpetuo imán de mi vida,
y que a tus pies volaría
si me llamaras a ti.
Adiós, ¡oh luz de mis ojos!;
adiós,  Inés de mi alma;
medita,  por Dios, en calma
 las palabras que aquí van
y si odias esa clausura
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve,
por tu hermosura,  Don Juan"

El primer trozo transcrito reproduce las pala­bras de don Carlos, personaje de la comedia neoclásica española El Sí de las Niñas, de Leandro Fernández de Moratín; el segundo, las palabras de don Juan Tenorio, en la obra del mismo nombre, del romántico español José Zo­rrilla.
La manifestación amorosa entregada por don Carlos conlleva los rasgos de la contención y del equilibrio amoroso, sentimiento que irrumpe fogosamente en la ardiente declaración de amor de don Juan.
h. Valoración de lo nacional y popular: Tal como el hombre romántico necesita afirmar su yo, su individualidad, las naciones precisan destacar los valores propios que las diferencian de otras comunidades y las identifican. Esto explica en España, Inglaterra, Alemania y Francia el retorno a la tradición de cada país, en la que se espera encontrar los rasgos peculiares de la idiosincrasia.
La exaltación de lo nacional significa una admiración por la Edad Media, un retorno a los valores imperantes en aquella época, a los ideales caballerescos y cristianos que orientaban y organizaban la vida del hombre medieval.  Esto explica el auge de escribir romances que se produjo en el período romántico, pues las tradiciones se conservan en el pueblo y éste las expresó a través del Romancero.
La admiración por la Edad Media representa, también, una forma de huir de la realidad circundante para refugiarse en otra, plena de valores espirituales.
i. Exaltación de la imaginación: El artista romántico pretende lograr que también el receptor (lector, en literatura) se refugie en otro mundo.  Para ello hará que la imaginación del lector vague por los rincones de la fantasía y sea capaz de componer en su mente espacios y tiempos diferentes a los de la realidad.  Esto es lo que experimentamos.  Al leer El Rayo de Luna, por ejemplo:
“Manrique creía que en el fondo de las ondas del río, entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago, vivían unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides u ondinas…”  “En las nubes, en el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peñas, imaginaba percibir formas o escuchar sonidos misteriosos, formas de seres sobrenaturales.”
En esta leyenda, Gustavo Adolfo Bécquer nos entrega algunos elementos, los necesarios para que la imaginación vuele y se vea estimulada a componer un ambiente más acabado.
La Imagen Ideal de Mujer: El Romanticismo no sólo fue una moda literaria o artística.  Fue una manera propia de vivir, como lo han sido todos los movimientos culturales que el mundo ha vivido. Cada movimiento es un cambio en la forma de interpretarse a sí mismo y al mundo circundante.  De este modo, entenderemos que el hombre romántico vivió, amó murió, se vistió, habló, creó el arte y se comportó en sociedad románticamente y, por supuesto, tuvo una imagen ideal de mujer.
A este ideal, creación del espíritu del artista, se le atribuyen las más altas cualidades de belleza física.  Así, Gustavo Adolfo Bécquer, en la leyenda varias veces mencionada, nos habla de una mujer de ojos “azules, azules y húmedos como el cielo de la noche (…) y sus cabellos negros, muy negros, y largos para que floten (…)¡y qué bien sientan, unos ojos azules, muy rasgados y adormecidos, y una cabellera suelta, flotante y oscura, a una mujer alta…, porque… ella es alta, alta y esbelta, como esos ángeles de las portadas de muestras basílicas (…) Su voz es suave como el rumor del viento en las hojas de los álamos, y su andar, …”
Con esta creación ideal de mujer, el artista se siente en íntima compenetración espiritual.  Ella participa, lógicamente, de los ensueños, afanes y aspiraciones del ser que la forjó en su imaginación: “que piensa como yo pienso, que gusta como yo gusto, que odia lo que yo odio, que es un espíritu, que es el complemento de mi ser.”
Ahora bien, este entusiasmo idealizador de la mujer desemboca en la más terrible decepción al enfrentarse el hombre con la verdadera realidad.  En contacto con ésta, el mundo de las ilusiones es sólo “un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz”, como diría el poeta romántico.

Algunos Personajes Románticos
A.    Manrique, protagonista de la leyenda El Rayo de Luna, es un personaje que vive  “sentado al borde de una tumba, prestando oído a ver si sorprende alguna palabra de la conversación de los muertos; o en el puente, mirando correr unas tras otras las olas del río por debajo de sus arcos, o acurrucado en la quiebra de una roca y entretenido en contar las estrellas del cielo, en seguir una nube con la vista o contemplar los fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones sobre el haz de las lagunas.”
Manrique es un solitario, un soñador, enamorado del amor ideal.  Finalmente comprende que el mundo es sólo desengaño y dolor: el amor es una meta imposible de alcanzar, un “rayo de luna” que se aleja cada vez un poco más.  Todo esto provoca una profunda tristeza y melancolía.  Para él, el amor, la felicidad son: “¡Fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos! ¿Para qué? Para encontrar un rayo de luna.”
B.     Don Juan Tenorio: José Zorrilla, es un drama fantástico – religioso, recoge la figura del Burlador de Sevilla creada por Tirso de Molina y la adapta a la sensibilidad romántica.  Don Juan simboliza al hombre libre, individualista, aventurero y rebelde que sólo aspira a gozar temerariamente del amor y del mundo, sin pensar en el castigo divino por su irreverente existencia.  Sin embargo, este don Juan romántico alcanzará el perdón de sus pecados gracias al amor de doña Inés, quien intercede por la salvación de su alma pecadora.

C.    Don Félix de Montemar, protagonista de El Estudiante de Salamanca, de José de Espronceda.  Veamos su descripción etopéyica:
“Segundo Don Juan Tenorio,
Alma fiera e insolente,
Irreligioso y valiente,
Altanero y reñidor,
Corazón gastado, mofa
De la mujer que corteja
Y hoy, despreciándola deja
La que ayer se le rindió”
La última e increíble aventura de don Félix, después de ver pasar su propio entierro, lo lleva a seguir la figura de una mujer.  Cuando le descubre el rostro, ella muestra la aterradora imagen de una horrible calavera:
“…temerario alzándola su velo
Tirando de él, le descubrió la faz.
¡Es su esposo!,  los ecos retumbaron
¡La esposa al fin que su consorte halló!
Los espectros con júbilo gritaron:
¡Es el esposo de su eterno amor!
Y ella entonces gritó: ¡Mi esposo! y era
(¡Desengaño fatal!, ¡triste verdad!)
Una sórdida, horrible calavera,
La blanca dama del gallardo andar…”

d. Don Álvaro, protagonista de Don Álvaro y la Fuerza del Sino del Duque de Rivas, representa al hombre marcado por la fatalidad del destino.  Donde vaya don Álvaro, lleva tras de sí la muerte.  Sin querer, mata al padre de su amada, doña Leonor, luego, a dos hermanos de ésta y, finalmente, sin proponérselo, es causante de la trágica muerte de Leonor.  Desilusionado ante tanta calamidad, se suicida arrojándose a un precipicio: “¡Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana, exterminio, destrucción!”
Las Dos Orientaciones del Romanticismo
Probablemente, la característica más peculiar del Romanticismo europeo sea el desajuste que se produce entre el mundo ideal, soñado y la realidad objetiva.  El romántico idealiza, de acuerdo con su personalidad, la realidad exterior y la sublima, embelleciéndola con las más altas cualidades de su espíritu.  Paralelo a esta actitud, se da el desengaño, consecuencia del choque entre el mundo imaginario y el mundo real.  El romántico supera el desengaño evadiéndose de su realidad circundante, ya sea retornando al mundo medieval, sumergiéndose en mundos personales creados por su propia fantasía, o bien, proponiendo un modelo ideal de sociedad.  Esta última actitud es la que acoge el Romanticismo en Hispanoamérica.
Es  posible reconocer dos orientaciones básicas dentro de la tendencia romántica, según las aptitudes que los escritores adoptan frente a la realidad: una evasiva, desvinculada con la proyección histórica, otra, orientada a la actividad social, pretendiendo ser expresión de la sociedad.
Te hemos dicho que el Romanticismo es un movimiento de hombres jóvenes.  Precisamente, el entusiasmo y pasión juveniles llevan a los románticos a participar activamente en las luchas por la independencia de la patria o a defender ideales religiosos, políticos, sociales y humanitarios.  El Inglés Shelley propugnaba la libertad del hombre mediante la ilustración.  Byron moría luchando por la independencia de Grecia.  La francesa George Sand defendía los derechos de la mujer a través de sus obras.

La Narrativa Romántica
Creaciones del Romanticismo fueron la novela histórica y la novela autobiográfica, aunque también la novela de aventuras adquirió gran importancia.
En la novela histórica, el narrador se propone ser el cronista ameno, a veces detallista, de las costumbres, ambientes y personajes de una época elegida.  El inglés Walter Scott creó el tipo con sus novelas ambientas en la Edad Media feuda y caballeresca: Ivanhoe, por ejemplo.  Este tipo de novela adquirió rápido auge en países donde el movimiento romántico estuvo ligado al concepto de nacionalidad y, por lo tanto, relacionado con los ideales patrióticos de libertad. Tal es el caso de Hispanoamérica.
La novela autobiográfica es especialmente elegida como relato del protagonista de sus aventuras o bien como diario personal, en el que escribe sus sentimientos, ideas y los sucesos relevantes que le han acaecido.  En estas novelas se critica a la sociedad y a la moral convencional; se reivindican los derechos de sectores sociales marginados, como por ejemplo, los de la mujer y los del pueblo.
El anhelo de evasión impulsa a los románticos hacia ambientes o países lejanos, exóticos, desconocidos, donde la vida es menos rutinaria, plena de aventuras, peligros y de hechos maravillosos o misteriosos. Merimée escribe Carmen ambientándola en España, Pablo y Virginia  de Chateaubriand, vive su amor en tierras americanas. El norteamericano Fenimore Cooper  idealiza al hombre rebelde a toda opresión que vive en tierras nuevas en El Ultimo Mohícano.
La  búsqueda de lo maravilloso condujo a los románticos al mundo de la leyenda, poblado de «seres sobrenaturales -hadas, duendes, demonios,  genios que intervienen en la vida de los hombres.  Los hermanos Grimm, en Alemania, escribieron sus Cuentos de la Niñez v del Hogar.  Andersen, Cuentos o Aventuras.   Hoffmann, cuentos fantásticos. Otros románticos buscaron  en el mundo legendario la inspiración para sus relatos de misterio. Edgar Allan Poe creó de  este modo sus Historias Extraordinarias.  En 1918, Mary Godwin Shelley, esposa del poeta romántico Percy B. Shelley, escribió la novela Frankenstein: un científico,  Víctor Frankenstein crea un ser monstruoso y es destruido por  él.   Nodier escribió Los Vampiros, personajes que cobraron auge en Inglaterra y en Francia y cuya  fama  se extiende  hasta hoy.
Del Neoclasicismo al Romanticismo:

Como tú ya bien sabes, a medida de que el mundo ha ido progresando, también ha evolucionado la forma específica de interpretarse el hombre a sí mismo y al mundo que lo rodea, buscando una respuesta que dé sentido a su humana existencia. Lo anterior nos lleva recordarte, una vez más, que el ser humano va concibiendo la literatura de manera diferente,  según sea el concepto que tenga de la realidad.  Esto nos explica el hecho de que a principios del siglo XIX empiece a manifestarse una nueva forma de sensibilidad que se opone al pensamiento racionalista y normativo del Neoclasicismo. La razón será destituida por la imaginación y las normas o reglas darán paso a la libertad creativa. Estamos, entonces, en el período romántico: primera mitad del siglo XIX en Europa y segunda mitad del mismo siglo en Hispanoamérica.
El  Romanticismo
Románticos no sólo fueron los artistas que  interpretaron la sociedad de  su tiempo. Ser romántico fue "un estado del alma -   como afirma  Paul van Tieghem – compartido por multitud de hombres y buen número de mujeres, en su mayoría jóvenes, que no escribieron o dejaron nada, pero admiraron y sintieron afecto hondo por los mejores escritores románticos, porque en sus versos o en su prosa encontraban determinados rasgos de su propio estado espiritual”.
Para los neoclásicos lo primordial fue la  razón.  Esto  develaba la parte noble y superior de todo hombre y subordinaba los rasgos individuales y diferenciadores de sensibilidad. Se admitía que la vida y la sociedad eran imperfectas, pero dentro de ellas el hombre debía alcanzar su perfección moral, guiado por la luz de la razón.  En cambio, la actitud moral y sentimental de los románticos es de insatisfacción e inquietud ante la vida y el mundo.  Se rebelan contra todo cuanto existe y aspiran a algo superior, sin saber siempre que es. Un “anhelo de otra cosa mejor”, dice Mariano José de Larra, romántico español.  A esta situación de desencanto contribuye la pérdida  de la fe en el papel rector de la razón.  Adquieren gran importancia la imaginación y la sensibilidad personales.  La imaginación permite al romántico evadirse de la realidad y tender hacia un mundo de ensueños, ideal e indeterminado. Un hermoso ideal, generalmente irrealizable, que se siente ajeno a la realidad. De ahí pro­viene la disociación entre lo ideal y lo real. La sensibilidad, por su parte, se relaciona con la verdad buscada, y a ésta se llega a través de la intuición en un acto de revelación. No se acce­de a ella por un camino de develación racional, propio del Neoclasicismo.
El Romanticismo es un especial estado de alma de hombres jóvenes. Incluso el destino del Romanticismo fue no superar la juventud de los románticos. Muchos de ellos dejaron de existir tempranamente: Novalis, Shelley, Keats, mu­rieron antes de cumplir los treinta años; Byron, luchando por la independencia en Grecia; Larra y Nerval se suicidaron; Hólderlin se enajenó en el mundo de la locura. Fueron hombres sensibles, capaces de conmoverse ante la natu­raleza y el arte. Poseedores de un ardiente y apasionado corazón que vibró con el amor. Guiados por la imaginación y la sensibilidad, en lugar de la equilibrada razón, se sintieron impulsados hacia las más nobles causas huma­nas, por ejemplo, el patriotismo, la indepen­dencia, la libertad, la justicia.
Los románticos se diferenciaron de los neo­clásicos hasta en el aspecto físico: de contextu­ra delgada, barba, flotante cabellera, rostro pá­lido y ojos lánguidos. Las mujeres se pintaban el rostro para acentuar la palidez de éste y bebían vinagre con el fin de verse demacradas, lívidas y ojerosas. Algunas innovaron en las vestimentas y se vistieron de hombres y fuma­ron puros, como George Sand. Para ellas, pa­dres y maridos representaron una tiranía contra la cual era necesario rebelarse.
El deseo de evasión de la realidad por medio de la imaginación llevó a los románticos a un exagerado individualismo. Cada sujeto se sintió centro del mundo y consideró sus derechos más importantes que los del grupo social. De este deseo de evasión provino el sentimiento de soledad y la búsqueda de la naturaleza, pues lejos de las ciudades, y del contacto con los demás hombres, el yo individual puede mani­festarse libremente, más allá de toda conven­ción. Bosque, montaña y mar fueron los esce­narios adecuados para el alma del romántico.
Igualmente, un vago anhelo de algo superior llevó a los románticos a Dios. Fe y esperanza, porque Dios es la respuesta a la incógnita de la existencia.
El Romanticismo en Hispanoamérica
Al finalizar el  primer tercio del siglo XIX, en Hispanoamérica comienza a perfilarse la presencia de la corriente romántica, proveniente de Europa, especialmente de Francia. Apreciada desde la perspectiva histórica de hoy, esta in­fluencia se ve decisiva, pues ella modeló las generaciones de hispanoamericanos que estruc­turaron intelectual y socialmente las naciones recién independizadas.
La independencia de los pueblos hispanoa­mericanos significó el rompimiento con toda una estructura político-social vigente hasta ese momento y la búsqueda del camino para cada nación. Precisamente en el instante en que los pueblos se diferenciaban, nacían las literaturas nacionales. Estas, por tanto, tuvieron una mi­sión específica que cumplir dentro de la socie­dad. La literatura pasó a ser, entonces, el ve­hículo de expresión de cada una de las nacio­nes: comentaba errores, propagaba los nuevos ideales, estimulaba la perfección moral y acon­sejaba el mejoramiento de la vida republicana. A través de la literatura se pretendía modificar o estimular una conducta social. Por ello la literatura hispanoamericana de ese momento eminentemente costumbrista: describe personajes y ambientes característicos, expresa necesidades y anuncia un futuro en el que las esperanzas se harán realidad.
Como podrás darte cuenta, la literatura romántica en Hispanoamérica tiene un carácter progresista, por cuanto a través de ella se  intenta hacer más perfecto al hombre y se pretende explicar dónde estriba la más auténtica originalidad de cada nación: en sus sentimientos, ideas, costumbres, paisajes, etc.
Era ése un momento de aprendizaje y de formación y, por tanto, la etapa en que se busca una identidad personal y social. Por esto mismo, se puede afirmar que en Hispanoamérica no existió un período netamente romántico como el europeo, sino que se dio mezclado con  el Realismo; es lo que se conoce con el nombre de Romántico-Realismo.

Lastarria y el Discurso Inaugural
En el año 1842, José Victorino Lastarria, el primer novelista romántico chileno, pronunció un importantísimo discurso para la literatura nacional, con motivo de la inauguración de la Sociedad Literaria Chilena. Se lo conoce con el nombre de Discurso Inaugural. En él, su autor proponía las bases y la orientación que debía seguir una literatura auténticamente chilena, "porque nuestro Chile empieza a pensar en lo que es y en lo que será". Lastarria enfatiza que la literatura debe ser expresión de la sociedad y mostrar las necesidades morales e intelectuales de un pueblo, las ideas, las preocupaciones, las opiniones y los sentimientos singulares de cada país, "porque, en efecto, es el resorte que reve­la de una manera, la más explícita, las necesidades morales e intelectuales de los pueblos, es el cuadro en que están consignadas las ideas y pasiones, los gustos y opiniones, la religión y las preocupaciones de toda una generación".
 "Nuestra literatura debe sernos exclusiva­mente propia, debe ser enteramente nacional". Las palabras de Lastarria revelan la conciencia de crear una literatura que sea el reflejo de nuestra chilenidad. Es la tarea que propone a los escritores e intelectuales de su época. Y para ello les pide ser originales en la búsqueda, en el fondo de la realidad, aunque les reco­mienda imitar a los escritores franceses en la forma, en el manejo de la literatura. Junto con lo anterior, Lastarria dice que para que una  literatura sea nacional, debe representar a todo  el pueblo y no ser patrimonio de un clase privilegiada. Es decir, es necesario enseñar a todos  los chilenos el camino que deben seguir instruyendo, combatiendo vicios, exaltando virtudes, recordando hechos heroicos, afianzando las  nuevas instituciones. Como puedes ver, la literatura es tomada como un medio para enseñar  al hombre a amar a su patria y tender hacia el progreso de cada individuo y de toda la nación.
 Dentro de este esquema, Lastarria pregona que el artista debe sentirse libre para crear. Pero libertad no significa atentar contra el idioma castellano. Muy por el contrario, es imprescindible defenderlo de extranjerismos y de grotescas innovaciones regionalistas; conservarlo en su pureza original, que es la de los grandes clásicos españoles. Sólo si defendemos la pureza de nuestra lengua, dice Lastarria, podremos acceder a la literatura francesa y empaparnos de la filosofía que la caracteriza, es decir, del Romanticismo.
Esta orientación general contenida en el Discurso Inaugural y dada para la literatura chilena, aplicable por cierto a la de otros americanos, fue continuada y practicada muy  especialmente por el padre de la novela chilena  Alberto Blest Gana.

Segunda Mitad del Siglo XIX:Realismo, Naturalismo y Modernismo

El agotamiento del subjetivismo:

En la unidad anterior has conocido y aprecia­do las ideas, sentimientos y valores del hombre romántico. Estos rasgos, a medida que pasaron  los años y nacieron las nuevas generaciones, fueron, poco a poco, agotándose por la repetición y exageración de los temas.

Por ello, durante la segunda mitad del siglo  XIX, en Europa se reaccionó contra el Idealis­mo romántico.

El exagerado subjetivismo hizo que los escri­tores románticos impusieran, cada vez más, una visión deformada de la realidad, buscando  la expresión de su personal individualidad. Este afán de novedad e innovación, por el agotamiento de los temas, llevó a imágenes morbosas, con el fin de mantener la atención del público. O bien, se compusieron sencillos poemas para analizar sentimientos, movido el au­tor, no por la desesperación y el desengaño románticos, sino por un afán crítico:
"Se van dos a casar de gozo llenos;
 realizan su ideal: ¡un sueño menos!"

En la literatura hispanoamericana, también encontramos obras representativas de esta agónica sensiblería romántica. El mexicano Igna­cio Manuel Altamirano, en su novela El Zarco nos describe un mundo ambivalente donde la hermosura física oculta un terrible fondo de maldad. Así, la belleza, perfecta de Manuela no responde a una interioridad virtuosa, sino que al contrario, esconde un alma perversa y satánica. En el pasaje que a continuación se transcribe, observa el modo específico en que el narrador describe a Manuela, mientras se contempla, en una noche, en el agua de un remanso, luciendo unos pendientes que le regalara el Zarco, un famoso y sanguinario bandido mexicano:

"Si en aquella noche silenciosa, en medio de aquella huerta oscura y solitaria, alguien, acostumbrado a leer en las fisonomías, hubiera contemplado a aquella linda joven mirándose en las aguas negras y tranquilas del remanso (...), al ver aquella fisonomía pálida, con los ojos chispeantes de ambición y de codicia, con los cabellos desordenados, con la boca entreabierta, dejando ver una dentadura blanquísima y apretada, y haciendo balancear a derecha e izquierda los pendientes, cuyos fulgores la bañaban con una luz azulada, rojiza o verdosa (...), de seguro que habría encontrado en esa figura singular, algo de espantosamente siniestro y repulsivo, como una aparición satánica... No era la virtud próxima a sucumbir ante la dádiva, sino la perversidad contemplándose en el cielo."

Este ejemplo es demostrativo de la decadencia del estilo y del sentido del verdadero romanticismo. Como puedes ver, la escenografía sigue siendo típicamente romántica: "noche si­lenciosa", "oscura y solitaria", "aguas negras y tranquilas", donde se refleja la "fisonomía páli­da" de Manuela. Al mismo tiempo, la descrip­ción del narrador revela las dos facetas de la personalidad de "aquella linda joven": externa­mente, bella; pero su verdadera y oculta reali­dad, que puede surgir en cualquier momento, es algo "espantosamente siniestro y repulsivo". Por ello, todo aquél que no sepa desentrañar la verdad escondida tras su hermoso rostro, su­cumbirá cuando se le revele "como una apari­ción satánica". De la desilusión surge el desen­gaño sin esperanzas.

Como ya te habíamos dicho, contra esta forma específica de representar la realidad de la tendencia romántica, se reaccionó en Europa, durante la segunda mitad del siglo XIX, y en Hispanoamérica, a partir de! último decenio de ese siglo hasta aproximadamente 1935.

La Historia Avanza

Por una parte, la realista imagen del hombre se vio favorecida por un desarrollo de nuevas corrientes ideológicas. Por ejemplo, la ciencia experimental de Claude Bernard, el desarrollo de las ideas positivistas de Augusto Comte, la teoría evolucionista de Charles Darwin, la me­tafísica del pesimismo de Schopenhauer.

Por otra parte, el avance cada vez mayor del progreso material unido al problema económi­co, se convirtieron en dos importantes factores que incidieron en la nueva concepción de la sociedad. Ambas temáticas pasaron a ser preo­cupaciones fundamentales de la literatura, la que debió dar cuenta de las consecuencias mo­rales de dichos fenómenos. Ello concentró la atención en la observación y examen de la realidad circundante, en menoscabo de la evocación de poéticas y nostálgicas épocas pasa­das.

Asimismo, influyó grandemente la literatura francesa con el realista Gustavo Flaubert y el naturalista Emilio Zola. Las novelas de ambos autores pretenden describir al hombre y a su medio entregándonos una visión exacta de la vida humana y de las cosas. También se sintió la influencia de la literatura rusa con Fedor Dostoievski y León Tolstoi. El primero se caracteriza por la profundidad con que trata los problemas morales, metafísicos, religiosos y filosóficos y por el estudio sicológico de sus personajes. El segundo, no sólo porque se preo­cupó de describir los caracteres de sus personajes y las razones que los mueven a actuar, sino : por el análisis de las motivaciones profundas que empujan a los hombres y a los grupos humanos a conducirse de un modo u otro.
 Igualmente, no podemos olvidar elementos que ya estaban en germen en el Romanticismo, "el Costumbrismo, por ejemplo. El campo de acción de esta tendencia lo constituyó, precisa­mente, la observación meticulosa del ambiente, de las personas y de sectores sociales.

Una nueva imagen del hombre y de su realidad

Te describiremos a continuación los rasgos  fundamentales que configuraron la visión del mundo del hombre europeo durante la segunda mitad del siglo XIX, y del hispanoamericano, desde el último decenio del mismo siglo hasta  1935, aproximadamente. Durante este período, el mundo se fue volviendo cada vez más com­plejo y nuevas corrientes filosóficas e ideológicas intentaron dar un sentido, a veces divergente, al hombre y a su realidad vital. Fue ésta una etapa de transición entre la Época Moderna —que tú ya has conocido en su peculiar modo de existir y en sus valores- y la Época Contempo­ránea. Las ideas que ejercieron predominio du­rante este medio siglo no fueron siempre las  mismas y, a veces, incluso, tendencias opues­tas coincidieron históricamente. La evolución que las ideas iban experimentando, a medida que avanzaba el tiempo, volvieron al hombre cada vez  más inabarcable, contradictorio e inestable. Sin embargo, el auge de ciertas tendencias, fundamentalmente en el campo de la narrativa, nos señala que Realismo y Naturalis­mo imprimieron su sello particular al período.

No obstante, en Hispanoamérica, en 1888, con la publicación de Azul, del nicaragüense Rubén Darío, se inauguró el Modernismo, movimiento que, artísticamente, significó una reacción con­traria a los postulados del Realismo y del Natu­ralismo.

  El apogeo del Realismo:

La evasión romántica de la realidad histórica determinó en la segunda mitad del siglo XIX
una reacción contra dicha tendencia.  Fue el momento de auge del Realismo.

a) Valoración de la realidad circundante.
Los escritores de la tendencia realista critica­ron a los románticos su alejamiento de la realidad actual y circundante, para concentrar su mirada en la descripción de su propia personali­dad o en la evocación de ambientes exóticos y épocas pasadas. El hombre realista se alejó de estas motivaciones propias de los románticos y se dedicó a examinar el mundo inmediato que lo rodeaba. Surgió, entonces, como objeto dig­no de la preocupación del artista, la observa­ción de la realidad inmediata. El francés Hono­rato de Balzac, en su novela Papá Goriot, publicada en la "Revista de París" entre 1834-1835, hace que su narrador nos describa un barrio de París del modo siguiente:

"La casa donde está instalada la pensión per­tenece a la señora Vauquer. Está situada en la parte baja de la calle Nueva de Santa Genove­va, en el lugar en que el terreno desciende hacia la calle Arbaléte por una pendiente tan brusca y tan escarpada, que en raras ocasiones la súben o la bajan los caballos. Esta circunstancia favo­rece el silencio que reina en estas calles, ence­rradas entre la iglesia de Val-de-Gráce y la dd Panteón, dos monumentos que cambian las condiciones de la atmósfera, tiñéndola de tonos amarillos, ensombreciéndolo todo por los tintes oscuros que proyectan sus cúpulas. El pavi­mento está seco, los arroyos no tienen ni lodo ni agua, la hierba crece a lo largo de las pare­des. El hombre más despreocupado se pone allí triste, como todos los que pasan; el ruido de un coche se convierte en un acontecimiento, las casas son sombrías, los muros huelen a prisión Un parisiense extraviado no vería más que ca­sas de huéspedes y escuelas, miseria y aburri­miento; la vejez que muere, la alegre juventud que se ve obligada a trabajar a la fuerza. Nin­gún barrio de París es más horrible ni, digámoslo, más desconocido."

Por su parte, Alberto Blest Gana, denominado "el Balzac chileno", nos introduce en el mundo de la ficción novelesca, presentándonos la  llegada del provinciano Martín Rivas a Santiago, en un estilo semejante al anterior:

"A principios del mes de julio de 1850,  atravesaba la puerta de calle de una hermosa casa de Santiago un joven de veintidós a veintitres años.
Su traje y sus maneras estaban tan distantes de asemejarse a las maneras y al traje de nuestros elegantes de la capital. Todo en aquel  joven revelaba al provinciano que viene por primera vez a Santiago. Sus pantalones negros,  embotinados por medio de anchas trabillas de becerro, a la usanza de los años de 1842 y 43;  su levita de mangas cortas y angostas; su chaleco de raso negro con largos picos abiertos,  formando un ángulo agudo, cuya bisectriz era  la línea que marca la tapa del pantalón; su  sombrero de extraña forma y sus botines abrochados sobre los tobillos por medio de cordones negros, componían un traje que recordaba antiguas modas, que sólo los provincianos hacen ver de tiempo en tiempo por las calles de la capital."

A la realidad -como has podido api los trozos transcritos- había que reproducirla en la forma más objetiva posible sin que las ideas  o sentimientos personales del autor la alterasen.  Entonces, el afán de ser verosímiles hizo que el escritor se enfrentara a la realidad desde una  perspectiva divergente a la del romántico. De un exaltado subjetivismo se pasó a un objetivo realismo. Precisamente, el ámbito de lo cotidiano, donde se desenvuelve nuestra rutinaria existencia diaria, sujeta a un sinfín de detalles aparentemente banales, insignificantes y normales, había sido ignorado por los románticos.

Los realistas, por su parte, volvieron si hacia los problemas de sus vecinos y se volcaron hacia la burguesa clase media. Por ello, las grandes preocupaciones metafísicas, propias de  los románticos, fueron desplazadas por la búsqueda de lo común, de lo cotidiano en que  transcurre nuestro vivir. Pero no pienses que estos escritores se limitaron a hacer una simple copia de lo real. Ellos reprodujeron en la obra  literaria la realidad, para descubrir en ella las verdaderas causas y motivaciones de la conducta humana. El francés Gustavo Flaubert en su  novela Madame Bovary, publicada en 1857,  parte de una situación de la existencia real: el suicidio de Delfina Couturier-Delmarel, la esposa infiel de un médico. La obra inmortaliza  la vida de Emma Bovary. Criada en un convento, vive su adolescencia empapándose de lecturas y quiméricos sueños románticos que no  encuentran cabida en su verdadera realidad burguesa. Su posterior matrimonio con Charles al que no ama.
c)      El afán de verosimilitud
La característica recién señalada significa -como te hemos dicho- un menosprecio de toda posible idealización del mundo que se pretende reconstruir en-la obra literaria. El arte realista dejó de ser la libre expresión de una inspiración personal, como era para los románticos. Había que ajustarse a la realidad para reflejarla con precisión y exactitud. Por ello, podemos decir que el afán Je verosimilitud y el espíritu meticuloso de observación orientaron al artista realista en su proceso de creación.

El hombre romántico había interpretado la realidad, proyectando en ella sus estados aními­cos. De esta forma concibió la naturaleza, el carácter de sus personajes y la sociedad misma. En cambio, el escritor realista quiso representar al hombre, ajustándose a una estricta observa­ción, movido por un afán de imparcial objetivi­dad.

El autor romántico idealizó a sus personajes; en cambio, el realista describió la personalidad de éstos con la mayor precisión posible. Las ruinas, cementerios o selvas que constituyeron el espacio natural y exótico donde se desenvol­vía la literatura romántica, cedieron su lugar a un paisaje familiar del artista -huerto, montaña o mar-. La sociedad fantástica, ideal o remota, fue reemplazada, durante el Realismo, por la descripción de una colectividad impactada por los problemas económicos, políticos y sociales del momento.

c) El afán docente.
Durante el momento de auge del Realismo, la obra de arte subordinó la intención estética a una finalidad docente, tal como había ocurrido con los autores neoclásicos. Para alcanzar tal objetivo, el autor se atribuyó rango de moralis­ta y en su obra pretendió educar éticamente al hombre, en su dimensión individual y en su condición social.

Martín Rivas, protagonista de la novela del mismo nombre, de Alberto Blest Gana, es el hombre que, por su propio valor personal, pue­de imponerse sobre los prejuicios y las conven­ciones superficiales de una sociedad. El amor de la aristocrática, inalcanzable y bella Leonor por Martín, el joven provinciano sin fortuna ni singular belleza física, representa el triunfo del hombre virtuoso sobre las normas convenciona­les de la sociedad. Belleza, dinero y elegancia nada representan por sí solos. No pueden ser el sólido fundamento para construir una sociedad. De aquí que el amor incondicional de Leonor y Martín supere las trabas sociales, de elegancia, dinero y orgullo de clase, es un amor que no impone condiciones.  Al contrario, libera a Martín y a Leonor de la presión social. La intención de Blest Gana fue mostrar, a través de Martín y Leonor, cuál sería la base de una sólida, humana y perfecta sociedad.
 La tendencia naturalista:

El Naturalismo sucedió a la tendencia realis­ta, cuyos caracteres se intensificaron gradualmente hasta culminar en el nuevo estilo que ahora te exponernos. Intelectualmente, el apo­geo de éste se explica por el inmenso prestigio de la ciencia, debido a sus asombrosos progre­sos junto a sus múltiples aplicaciones prácticas. Históricamente, fue el momento en que la bur­guesía consolidó su poder.

En primer lugar, debes entender que el Natu­ralismo es una tendencia de carácter realista, pues para el escritor siguió vigente, aun con más fuerza, la necesidad de evitar toda posible idealización del mundo que pretendía represen­tar.

Pero el Naturalismo posee rasgos propios. Provienen de la filosofía positivista de Augusto Comte, del determinismo de Hipólito Taine, de la teoría evolucionista de Charles Darwin, de la medicina experimental de Claude Bernard y de la filosofía del pesimismo de Schopenhauer.

a) La filosofía positivista.
Como has podido apreciar, cada momento literario está fundamentado en filosofías e ideologías que orientan y organizan la vida del hombre. La filosofía positivista explica el Na­turalismo y el cambio de perspectiva en la forma de interpretarse el hombre a sí mismo y a su realidad vital.

Para la doctrina positivista, el hombre no es un ser espiritual sino únicamente material. La vida espiritual no existe, por tanto, para los naturalistas. Al contrario, para ellos el hombre se mueve en el mundo guiado únicamente por sus impulsos y su temperamento. Se comporta así, como cualquier animal. Es un ente fisioló­gico más. Es la "bestia humana", según lo llamara Emilio Zola. Por eso, el escritor puede estudiar al hombre del mismo modo que un científico analiza el comportamiento de los ani­males.

En el prólogo a su novela Teresa Roquín. Emilio Zola apunta:

"En Teresa Roquín me he propuesto estudiar temperamentos, no caracteres. En eso consiste todo el libro. He elegido personajes completa­mente dominados por los nervios y la sangre, desprovistos de libre albedrío, arrastrados por cada acto de su vida por las fatalidades de la carne. Teresa y Laurent son bestias humanas, nada más. He tratado de seguir paso a paso en esas bestias el sordo labrar de las pasiones, los impulsos instintivos, los trastornos cerebrales sobrevenidos después de una crisis nerviosa

Los amores de mis dos héroes son la satisfacción de una necesidad; el asesinato que cometen es una consecuencia de su adulterio, conse­cuencia que aceptan corno los lobos aceptan el asesinato de los corderos; y, en fin, lo que me he visto obligado a llamar sus remordimientos consiste en un simple desorden orgánico, en una rebelión del sistema nervioso tenso hasta romperse. El alma está completamente ausente; convengo en ello sin disputa, porque lo he querido así."

Para Zola, las acciones del hombre están determinadas exclusivamente por necesidades de índole animal. Si el hombre carece de espíri­tu, entonces, los sentimientos —amor, piedad, remordimiento- también están ausentes. El re­mordimiento, por ejemplo, no es un sentimien­to de culpa, sino únicamente orgánico, provo­cado por la tensión del sistema nervioso. Lo anteriormente dicho nos muestra que, desde la perspectiva del Naturalismo, el hombre no es libre. Lo mismo que un animal, está sometido y abrumado bajo el peso de la carne, de la mate­ria, de sus necesidades biológicas. Teoría ina­ceptable, naturalmente.

b) El determinismo.
Para los naturalistas, la existencia individual del hombre está regida por factores de orden estrictamente material que regulan su compor­tamiento: ambiente, momento histórico y tem­peramento.

El ambiente es el lugar en que el sujeto vive y se educa. El momento histórico determina las características que regirán su existencia. El temperamento es la constitución genética here­dada de los padres: nervioso, sanguíneo, linfá­tico o bilioso.

Estos tres factores influyen en el comporta­miento del hombre y pueden, por tanto, expli­car su conducta.
 continuará...