martes, 6 de septiembre de 2011

apunte 8: Primero Medio: Literatura oral (introducción a la literatura)

 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA

Concepto y función

La palabra literatura proviene del térmi­no latino Litterae, que tiene un significado similar a la grammmatikee griega y se refiere a las habilidades involucradas en la escritura y la lectura. El arte literario tiene más que ver con la poesía, del latín poiesis, que significa creación.

En definitiva, la literatura es un arte cuya forma de expresión son las lenguas naturales.
Aristóteles define la poesía como la "imi­tación de la realidad por medio del lenguaje". La literatura repite el comportamiento huma­no a través de historias que inventa o recrea. Los personajes y situaciones que aparecen en una obra literaria no se refieren a personas o hechos reales; solo existen al interior del relato. La literatura, por lo tanto, es ficción. Del mismo modo, existe pre­ocupación por el modo como se formula el mensaje, por la belleza del lenguaje. Un rasgo importante de la literatura es el carác­ter estético del lenguaje.

Las obras literarias reflejan el contexto cultural en que se produjeron: la organización de la sociedad en una época determinada, el repertorio de tipos humanos, las costumbres, los intereses, las preocupaciones. Al mismo tiempo, cuando leemos un cuento, poema, o novela, ponemos en juego nuestras expe­riencias, la forma de entender el mundo, los conocimientos, las lecturas previas, nuestros valores y prejuicios, los intereses personales, etc.

Por lo tanto, para acercarnos a una mejor comprensión de un texto literario, siempre es importante informarse sobre la época en que se produjo.
Funciones de la literatura

Históricamente, la literatura ha cumplido diversas funciones, entre ellas, destaca la recreativa. Generalmente, recurrimos a un libro con la intención de distraernos, sorpren­dernos, es decir, esperamos que su conte­nido nos seduzca. Los relatos de aventuras ambientados en la selva, el mar o el espacio intergaláctico, suelen poner acento en esta función.

La función didáctica, se refiere al uso que se ha dado a la literatura como herramienta educativa, ya sea para transmitir conocimien­tos o para entregar una enseñanza moral.
En las fábulas y también en las parábolas de la Biblia, ser didácti­co es el propósito principal del relato. Es frecuente que esta función y la recreativa vayan de la mano: enseñar entretenien­do fue durante muchos siglos la exigencia que la sociedad hacía a la literatura.

Existe también la función estética, pues la literatura crea belleza. Para algunos, esta es la única función que puede exigírsele a la literatura. Este fue exacta­mente el argumento que utilizó Oscar Wilde como defensa, cuando se le juzgó a él y a su obra por atentar contra principios éticos.

Por otro lado, la función social se pre­senta en las obras encargadas de criticar a la sociedad, de denunciar las injusticias, etc. Un ejemplo es Sub-Terra, de Baldomero Lillo.

Géneros literarios
De acuerdo con su estructura e intención comunicativa, las obras de ficción se clasifican en tres géneros literarios: narrati­vo, dramático y lírico. Los dos primeros reciben el nombre de géneros objetivos, ya que su intención comunicativa es transmitir una historia; en ambos se entrega un relato.

Un relato es un discurso que da cuenta de uno o más aconteci­mientos que producen un cambio en la realidad. Es condición indis­pensable de un relato que exista una situación inicial, un proceso de transformación y una situación final distinta de la inicial.
Literatura de época
La función que se le asigna a la literatura está subordinada a un determinado con­texto cultural. Durante la Edad Media, por ejemplo, se privilegió su función didáctico-moralizante. Los Milagros de Muestra Señora, del escritor y monje español Gonzalo de Berceo, ejemplifican el sentido religioso en la literatu­ra medieval,
Género narrativo
Pertenecen a este género las obras en que un narrador cuenta una historia, actuan­do como intermediario entre esta y el recep­tor El mundo narrado, en cuyo interior se desenvuelve la historia, está conformado por personajes, espacio y acción o acontecimien­to. El receptor accede a él a través del narra­dor y desde la perspectiva de este último, quien decide, al mismo tiempo, cuándo ceder la palabra a los personajes. Por esta interme­diación, el género narrativo se califica como género indirecto.
Predomina la función referencial del lenguaje y el tiempo que lo caracteriza es el pasado: lo que se cuenta ya ocurrió.

El mundo narrado -y consecuentemente, el espacio, los personajes y la acción-, así como el narrador y el receptor son ficticios. La historia que se relata es producto de la imaginación de su autor. Aun los casos en que está basada en hechos reales, no es una mera reproducción de estos; existe una selección y recreación de situaciones.
El narrador es igualmente una figura creada. Su elección depende del punto de vista desde el que se desea abordar la historia. Por ello, en las obras narrativas se presenta una variada gama de narradores.

 La conducta y el lenguaje de los personajes constituyen elementos útiles para su caracteriza­ción, las obras narrativas se presenta una variada gama de narradores.

Tipos de narradores más comunes

Narrador omnisciente. Narra en tercera persona. No forma parte de la historia, conoce tanto los acontecimientos como la sicología de los persona­jes y puede narrar desde fuera, como un espectador (focalización externa), o desde el interior de la conciencia de los personajes (focalización interna). Es ubicuo, esto quiere decir que puede "ver" en forma simultánea lo que sucede en distintos lugares geográficos. Suele interpretar los hechos y emitir juicios sobre la sociedad, el comportamiento de los perso•jes o cualquier otro aspecto del mundo que presenta,

Narrador con conocimiento limitado.
Tiene un conocimiento restringido de la historia, ya sea porque solo tiene acceso parcial a los hechos que relata o porque no puede acceder a la conciencia de todos los personajes.
Entre los narradores con conocimiento parcial se encuentra el narrador personaje.
 Narrador personaje. Forma parte de la historia y narra en primera persona, por lo que su conocimiento está acotado a sus pro­pias experiencias. No tiene acceso al mundo interior de los demás personajes. Al igual que el  narrador omnisciente, puede emplear la focalización externa o interna, pero ésta último solo opera desde su propia interioridad.
Cuando es la figura principal de la historia que narra, se le denomina narrador protagonista Si los hechos que relata fueron protagonizados por otros y él tiene un rol secundario, se trata de un narrador testigo.

Los personajes

Son las figuras que prota­gonizan los acontecimientos y, la vez, se ven afectados por ellos.  El semiólogo y novelista Umberto Eco define personaje como "un nombre al que se le cuelgan un conjunto de caracteres".
Estos pueden clasificarse de acuerdo con diferentes criterios: según el rol que desempeñen; en su grado de importancia en la historia, se dividen en personajes principales y secundarios, y según, su 'representatividad, pueden ser en relieve o planos. El personaje plano es un prototipo representativo de un sector social o un modo de ser. Constituye un arquetipo. Los personajes de los cuentos maravillosos son planos: la madrastra, bruja, niña huér­fana, etc. También suelen ser planos los personajes de tele­serie. En su caracterización, más que sus rasgos individuales   duales, se privilegia lo que tienen en común con la clase que representan. Tienen escasa o ninguna evolución sicológica en el transcurso del relato. Los prototipos humorísticos también corresponden a este tipo de personaje
El personaje en relieve, en cambio, es un individuo sicológicamente complejo, con capacidad de cambiar a partir de la experien­cia. Aun cuando puede tener rasgos propios de un determinado grupo social, la caracteri­zación enfatiza su individualidad

¿Qué tipo de narrador usa Tolkien?
En El Señor de los Anillos, de J.R. Tolkien, se presenta un narrador omnis­ciente, que maneja, con fluidez y soltura, una densa red de espacios, aconteci­mientos, personajes humanos y extra naturales, cuya condición moral y motivaciones internas son conoci­das e interpretadas por el narrador.
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Manuel Rojas (1896-1973)
Aniceto Hevia, prota­gonista de la novela Hijo de Ladrón, del escritor chileno Manuel Rojas, es un ejemplo de personaje en relieve, Es capaz de mantener un rico mundo interior y esta­blecer relaciones afec­tivas profundas, aun cuando sus circuns­tancias vitales lo redu­cen a la marginalidad social y la precariedad sicológica.
Caracterización de los personajes
Los personajes pueden caracterizarse física, social y sicológicamente. La caracte­rización física o prosopopéyica, se refiere al aspecto externo del personaje. Puede estar ausente y, de hecho, en muchos textos narrativos contemporáneos se omiten los rasgos físicos de los personajes.
La caracterización sicológica o etopéyica muestra el modo de ser del personaje, sus rasgos de personalidad, cualidades, defecto: así como las emociones y sentimientos que le suscitan los acontecimientos que se despliegan en el curso del relato.
Cuando se caracteriza física y sicológicamente a un personaje, estamos en presencia de un retrato. El narrador puede emitir juicios de valor sobre su aspecto o comportamiento o  abstenerse, limitándose a describir los ras­gos que lo caracterizan.
Cuando el propósito principal de un relato es mostrar un personaje, este elemento apa­rece en una situación de predominio respecto del  espacio y el acontecimiento. Es el caso de Papelucho, de Marcela Paz. Asimismo, en las novelas biográficas o autobiográficas, este elemento es particularmente importante.

Se habla de caracterización objetiva cuan­do se propone entregar un retrato fiel del personaje; es subjetiva, cuando está cargada de afectividad. En este caso, la descripción del personaje corresponde más bien a la per­cepción emotiva del que caracteriza que a los rasgos que efectivamente lo distinguen.

Por otro lado, la caricatura es una forma de caracterización, en la que se exageran aquellos rasgos físicos y/o sicológicos del personaje que, a juicio de quien lo caracteri­za, lo identifican esencialmente.

La caracterización de un personaje puede estar incorporada al discurso narra­tivo, de modo que es el propio narrador quien lo caracteriza.

Otra forma de caracterizar a los perso­najes es a través de su comportamiento y su lenguaje. El narrador no nos informa de los rasgos sicológicos de los perso­najes, sino que nos permite acceder a su conciencia o reproduce su discurso (estilo directo), de modo que son los propios personajes los que se carac­terizan a sí mismos.

El estilo directo puede adoptar la forma de diálogo entre varios personajes o un monólogo de uno de ellos. Por lo general, las obras narrativas presentan una combinación de ambos procedimientos.

Ana Frank, perso­naje en relieve
Personaje en relieve y novela de perso­naje se presentan generalmente aso­ciados. Es el caso, por ejemplo, de El Diario de Ana Frank, en cuyas páginas asistimos a su pro­ceso de evolución sicológica desde la niñez a la adolescen­cia, La realidad que vive, así como los demás personajes, aparecen tamizados por la visión del mundo de la prota­gonista.
El lenguaje de los personajes constituye una herramienta eficaz para su caracteriza­ción sicológica y social. En la narrativa actual se reproduce la forma de hablar característica del grupo de pertenencia: campesino, obrero, entre otros, lo que otorga mayor realismo y verosimilitud al relato.

Espacio o ambiente
Son las circunstancias geográ­ficas, históricas y sociales en las que se desenvuelve una historia. En algunas obras narrativas, cuyo propósito es mostrar un   determinado paisaje físico o social, este elemento adquiere  especial relevancia. Es el caso, por ejemplo, de la novela Martín Rívas, del chileno Alberto Blest Gana, en que se presenta un pano­rama de la sociedad santiaguina de mediados del siglo XIX, con los distintos estratos que la integra­ban: aristócratas, pueblo, etc. Otro tanto ocurre con la oposición civilización-barbarie, en Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos: la descripción de la selva como devoradora de hombres en La Vorágine, del colombiano José Eustaquio Rivera y, en general, en la mayoría de las obras del perio­do realista europeo de la segunda mitad del siglo XIX y en el criollismo americano, que se extiende hasta comienzos del siglo XX. En las obras de denuncia social, como por ejemplo, los relatos contenidos en Sub-Terra, de Baldomero  Lillo, el espacio juega también un rol protagónico.

Acontecimiento o acción
Es el conjunto de hechos o situaciones que conforman el rela­to. En su estudio La Lógica de los Posibles Narrativos, Claude Bremond afirma que toda historia literaria da cuenta de un proyecto humano signifi­cativo, donde los protagonistas persi­guen un mejoramiento de la situación que inicialmente se encuentran.
Este elemento adquiere preeminencia en relatos de aventuras, como las novelas de Emilio Salgari o Julio Verne, por ejemplo.

Tratamiento del tiempo
Aun cuando una historia siempre se desenvuelve en un orden cronológico o lineal, el relato puede adecuarse a esta secuencia o disponer los hechos en un orden diferente. Se denomina narración ab ovo, a aquella en que el relato se abre en el juicio de la historia, como en David  Copperfield, de Charles Dickens, novela autobiográfica que comienza con el día del nacimiento del personaje.

Cuando el relato empieza en un relato  intermedio de la historia, se trata de una narración in media res. Un ejem­plo es Hijo de Ladrón, de Manuel Rojas.

Si el momento inicial del relato coinci­de con el final de la historia, estamos en presencia de una narración in extrema res, como  sucede en La Muerte de Artemio Cruz, be Carlos Fuentes. En los últimos casos, las situaciones pasadas se recuperan mediante retrocesos temporales.

Cuando el retroceso temporal es una evocación breve y momentánea del pasado, recibe el nombre de flash back. Si adquiere la forma de un relato de mayor extensión, se le denomina racconto

El semiólogo Gérard Genette denominó a todo retroceso temporal con el nombre gené­rico de analepsis.

Modo narrativo
Se denomina modo narrativo al conjunto de procedimientos uti­lizados en el discurso del relato. Intervienen la voz y el foco. La primera se refiere a quien tiene el uso de la palabra. Puede corresponder al narrador o a los personajes.
El foco es la perspectiva y puede ser interior, desde la conciencia de un personaje: focalización interna; o exterior, se relatan los hechos y se ve a los personajes desde fuera: focalización externa.

De acuerdo con la voz y el foco, es posible distinguir las siguientes técnicas narrativas:
Estilo directo: la voz y el foco corres­ponden a los personajes. Se presenta en el diálogo y en el monólogo interior o corriente de conciencia.
Estilo indirecto: la voz y el foco corres­ponden al narrador. El tiene la palabra y narra desde su propio punto de vista.
Estilo indirecto libre: el narrador mantie­ne la voz, pero narra desde la perspectiva de un personaje. Equivale al monólogo interior, pero formulado en tercera persona.
Historia y Relato
El propósito comunicativo de los textos narrativos es la narración de acontecimien­tos. La secuencia de hechos contados constituye la histo­ria. El discurso que cuenta la historia recibe el nombre de relato.
Todo relato supone un pro­ceso de transformación de la realidad que se mueve desde la situación inicial en que se encuentran los personajes hacia un final diferente.
Es este proceso de trans­formación provocado por las experiencias a que se enfrentan los personajes, lo que constituye la materia del relato.
Alberto Blest Gana (1830-1920)
Se le considera el fundador de la novela chilena, Su pro­ducción amalgama elementos propios del romanticismo y el realismo. Pone especial énfasis en la representación del espacio social, Entre sus principales Obras 36 cuentan Martín Rivas, Durante la Reconquista, El Loco Estero, Gladys Fairrield y El Ideal de un Calavara.

Formas narrativas
Existe una multiplicidad de subgéneros narrativos. Entre los más importantes se cuentan:
• La epopeya o poema épico. Poema narrativo de origen popular y generalmente anónimo, que relata las hazañas heroicas protagonizadas por un héroe o una nación. El héroe de la epopeya encarna los valores del pueblo al que pertenece.
El tipo de mundo representado es épico o legendario. Los hechos relatados tienen un fundamento histórico cuya interpretación incorpora la intervención de deidades u otros seres sobrenaturales.
Entre los poemas épicos de mayor tras­cendencia en la cultura occidental, se encuentran La Iliada, que relata la guerra de Troya, y La Odisea, que narra el regreso de Ulises a la isla de Itaca. Ambas obras son atribuidas al vate griego Homero. En ellas, los dioses tienen una participación activa en el destino de los mortales.

En la literatura de lengua española, El Poema del Cid constituye el primer monu­mento literario. Este cantar de gesta relata las hazañas de Ruy Díaz de Vivar, personaje histórico, héroe de la reconquista cristiana de la península Ibérica, invadida por los moros.

Cultura oral
Los poemas épicos medievales son producto de la cultura oral. Están asociados al mester de juglaría u oficio de juglares. El juglar era un artista popular itinerante que entretenía al pue­blo, mediante el canto, la música, la poesía y la ejecución de acrobacias.
  El romance. Poema narrativo de varia­dos temas -heroico, histórico, picaresco, amoroso, etc - que pertenece a la tradición poética popular española. Está escrito en versos octosílabos, con rima asonante solo en los versos pares. Su origen se atribuye al fraccionamiento de los poemas épicos.
El romance ha sido cultivado por diver­sos escritores, como Federico García Lorca y Antonio Machado, entre otros.

Federico García Lorca (1898-1936)
Poeta y dramaturgo español, de la Generación del 27. La cultura popular de su natal Andalucía dejó una huella honda en su arte. Entre sus obras más famosas se cuentan  el Romancero Gitano, Yerma, La Casa de Bernarda Alba y Bodas de Sangre.

  La leyenda. Relato en que se explica un suceso o situación inusual, recurriendo a elementos mágicos o extra naturales. Las leyendas se adscriben a una cultura y región geográfica determinada. Su origen popular, pero el género fue cultivado por la literatura culta, especialmente en el periodo románti­co. En la literatura española, destacan como narradores de leyendas, Gustavo Adolfo Bécquer y José Zorrilla.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Principal exponente de la literatura románti­ca española. Su obra, breve como su vida, está compuesta por un conjunto de poemas (Rimas) y leyendas inspiradas en la tradición popular, que gozan de gran fama.

  La fábula. Relato breve de carácter didáctico, generalmente protagonizado por animales personificados, que simbolizan vicios y virtudes humanas. Concluye con una moraleja explícita o implícita, la que a menudo adquiere la forma de un proverbio.
Entre los grandes fabulistas occidenta­les se cuentan, en la antigüedad clásica, el griego Esopo y el romano Fedro. En la era moderna, destacan los españoles Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte, además del francés Jean de la Fontaine.
• El cuento. Texto relativamente breve en que se relata un suceso único, protagonizado por un número reducido de personajes. Existe el  cuento popular, que pertenece a la tradi­ción oral y es tan antiguo como la humani­dad, y el cuento literario, cuyo origen se suele situar en Oriente.
Entre los populares, el cuento maravillo­so, también llamado cuento de hadas, es el más difundido, debido a que ha sido objeto de numerosos estudios y trabajos de recopilación. Entre los recopiladores, cabe men­cionar al francés Charles Perrault (s. XVIII); los hermanos alemanes Guillermo y Jacobo Grimm (s. XIX) y el ruso Alexander Afanasiev (s. XIX).

La novela. Texto narrativo extenso, de trama compleja, en que pueden entrelazarse dos o más historias y cuyos personajes y espacios muestran un grado de desarrollo mayor que en el cuento.
El principal antecedente de novela, en Occidente, es El Satiricón, procedente de la antigua Roma, atribuida a Petronio, contem­poráneo del emperador Nerón.
La novela moderna en lengua española se inicia con Las Aventuras del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, publicada por Miguel de Cervantes Saavedra, en el siglo XVII.


James Joyce (1882-1941)
"(...) Peter Carey. No, Peter Glaver es en quian pienso. Denis Carey. Imagínate eso. Esposa y seis hijos en la casa. Y tramando eseo asesinato todo el tiempo (..-)". Este fragmento del Ulises  ejemplifica una forma de escritura llamada corriente de concien­cia, utilizada por pri­mera vez por James Joyce.”



El diario de vida. Género que ¡mita una forma de escritura privada, que generalmente no es objeto de exposición pública. El lector accede a la intimidad del personaje. El Diario de Ana Frank es un ejemplo.

Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
Poeta, dramaturgo y novelista espa­ñol, fundador de la novela moderna. Don Quijote, hidalgo insano, concebido inicialmente como una parodia de los caba­lleros andantes, se ha transformado en un símbolo universal del idealismo.

• La novela epistolar. El relato se estructura a partir de cartas que los personajes escriben o reciben. Un ejemplo de novela epistolar es Werther, de Goethe (s. XVIll), autor romántico que recurre a esta forma narrativa por las posibilidades de exposición sicológica que ofrece.

Género dramático
La palabra drama viene del griego drao; yo ejecuto, y/o represento. Pertenecen al géne­ro dramático todas aquellas obras literarias que se crean con el objeto de ser representadas. Sus caracterís­ticas genéricas son el carácter direc­to, ya que carece de narrador y el receptor e enfrenta directamente a los personajes; y la representabilidad, es decir, su estructura permite la representación. El carácter directo y la síntesis son condiciones necesarias. Una obra dramática no puede ser excesivamente extensa, ya que su puesta en escena sería impracti­cable. Por su carácter directo, la acción se desenvuelve "en escena", por lo que el tiempo propio del género dramático es el presente.

Diálogo y acción
Los elementos constitutivos del género dramático son el diálogo y la acción dramática. Esta última deriva de un conflicto dramático (oposición de fuerzas antagónicas). Los obje­tivos que persiguen las fuerzas protagónicas y antagónicas son incompatibles entre sí, por ejemplo, la confrontación entre el deseo de realizarse como mujer, que enfrenta a Nora, protagonista de Casa de Muñecas, con una visión paternalista del matrimonio, represen­tada por su esposo Torvaldo.
Las fuerzas protagónicas y antagónicas pueden ser individuales o colectivas. Un ejemplo de fuerzas colectivas es Auge y Caída del Tercer Reich, de Bertolt Brecht, en que el enfrentamiento se da entre el régimen nazi y el pueblo victimizado por él. Asimismo, la confrontación puede darse en el nivel de las ideas.

Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)
Escritor y científico alemán de vasta influencia en el pensa­miento y la literatura occidental. Su novela Las Desventuras del Joven Werther es el punto de partida de la narrativa romántica. Es considerado el primer exponente de la literatura alemana moderna.
Se denominan fuerzas protagonices a las que constituyen el eje central de la historia. Están representadas por aquellos persona­jes que el espectador percibe como los más importantes. Incluso cuando el conflicto de una obra dramática es ideológico, las ideas que se confrontan tienen que estar encarna­das en personajes que operan como protago­nistas o antagonistas.
En la medida que el diálogo entre los per­sonajes es la forma discursiva predominante en la obra dramática y que, en función del desarrollo del conflicto, el lenguaje de los personajes tiene como propósito modificar la conducta de los otros, la función predominan­te es la apelativa o conativa.

Desarrollo de la acción dramática
En la estructura clásica del género, la acción dramática desencadenada por el conflicto, se desarrolla en las siguientes etapas o fases:

• Presentación del conflicto. Fase en la que se introducen los personajes, la realidad que viven y el conflicto que los enfrenta.
• Desarrollo del conflicto o acción ascendente. Etapa conformada por un con­junto de situaciones en que se confrontan los esfuerzos de las fuerzas protagónicas y anta­gónicas, con un grado creciente de intensidad dramática.
Climax. Momento culminante de la acción, en que se produce el último y definiti­vo enfrentamiento de las fuerzas en conflicto. El teórico Charles Edward Lawson identifica "la escena obligatoria" como momento que antecedería al climax. En esta, los protagonis­tas descubren la verdadera naturaleza de la realidad, que siempre difiere de sus creencias previas. A partir de este reconocimiento, rea­lizan un último y desesperado esfuerzo por alcanzar sus propósitos.
Desenlace. Momento final del climax, en que el conflicto se resuelve, expresándose en el éxito o fracaso de los protagonistas.

Teatro Rupturista
Durante el siglo XX, en forma coincidente con el carácter rupturista e innova­dor de la literatura contem­poránea, emerge un conjunto de formas teatrales que transgreden abiertamente las convenciones del género dramático. Entre ellas, se encuentran: el teatro épico, drama de ideas, creación de Bertolt Brecht, caracterizado por la intermediación de un narrador que relata los acontecimientos, generando distancia entre espectador y personajes. Hay, además, incorporación de canciones que explicitan el mensaje ideológico que subyace en la obra; el teatro del absurdo, cuyo representante paradig­mático es Eugenio Ionesco, de orientación existencial, en que el conflicto que la obra devela -incomunicación, des­personalización, entre otros-no se desarrolla conforme a las etapas de la acción dra­mática, por lo tanto, no hay coherencia aparente; el tea­tro lírico, de Federico García Lorca, escrito en verso y en el que prevalece la expresión emocional de los personajes y el lenguaje poético.

Tragedias de Shakespeare
Otelo, Hamlet, Macbeth y El Rey Lear son las cuatro grandes tragedias de William Shakespeare, poeta y dramaturgo inglés del siglo XVI. Los celos, la indeci­sión, la ambición y la insensatez, llevan a estos personajes a un destino trágico.

Identificación con los personajes
El receptor de una obra dramática se identifica emocionalmente con los protagonistas, aque­llos personajes de los que conocemos sus proyectos, sen­timientos y sueños, aun cuando sean moralmente débiles o incluso reprobables, como el bandolero que protagoniza El Abanderado, de Luis Alberto Heiremans.

Lenguaje dramático
En una obra dramática, es posible distin­guir dos tipos de lenguaje claramente dife­renciados: de las acotaciones y propiamente dramático. El lenguaje de las acotaciones aparece al comienzo del texto, para enunciar a los personajes y describir la escenografía. Del mismo modo, surge al inicio de actos, cuadros y escenas, para informar sobre cambios de espacio, entrada y sali­da de personajes, o se intercala en los parlamentos, para  comunicar desplazamientos, gestos y actitudes de quienes se encuentran en escena.
Este lenguaje tiene el doble propósito de orientar el trabajo de los actores en el montaje de la obra y, a la vez, proporcionar al lec­tor, información que le permita situarse y comprender mejor la obra. Cuando esta se representa, desapa­rece como lenguaje y se transforma en su referente: movimientos, mue­bles, luces, sonidos, etc.
El lenguaje propiamente dramático es el intercambiado por los personajes. Como ya se ha dicho, prevalece el diálogo, pero existen también otras formas de uso más restringido.
El diálogo es la interacción verbal entre dos o más personajes en escena. También existe el monólogo, que es un discurso de un personaje que se encuentra solo en escena o cree estarlo. Esta forma de lenguaje dra­mático constituye un recurso para dar a conocer pensamientos íntimos, que los personajes no expresan en presencia de otros.
Monólogos famosos en la historia del género son los de Hamlet, de la obra del mismo nombre, del dramaturgo inglés William Shakespeare, y el de Segismundo, de la obra La Vida es Sueño, del escritor español Pedro Calderón de la Barca.
Destaca también el parlamento, un discurso prolongado dirigido a los demás participantes de la escena. Es un recurso utilizado para entregar mensajes ideológicos o morales, por lo que es frecuente en el drama neoclásico, como los pronunciados por Don Diego en El Sí de las Niñas, de Leandro Fernández de Moratín,
Finalmente, existe otro tipo de parlamento, llamado aparte, donde un personaje se dirige en forma reservada a otro integrante de la escena o al público, y no debe ser escucha­do por el resto de los personajes.

Estructura de la obra dramática
La estructura clásica de la obra dramática contempla su división en actos, escenas y, en algunos casos, en cuadros.
El acto es la subdivisión mayor de una obra dramática, que constituye por sí misma una unidad significativa en el despliegue de la acción, subordinada al texto global. De acuerdo con la poética tradicional, una obra dramática debía estar conformada por tres actos. Tenía que contener, en forma secuencial,  la presentación del conflicto, su desarro­llo, climax y desenlace, respectivamente.
La escena es la unidad significativa menor de una obra dramática, que se encuentra delimitada por la entrada o salida de los perso­najes del escenario. Aun cuando esto aparece como meramente formal, en la práctica no lo es, puesto que el ingreso o retiro de una persona modifica necesariamente el curso de un diálogo.
Un cuadro es el conjunto de escenas menores que un acto, que ocurren en el mismo lugar físico. En las obras dramáticas de Federico García Lorca se presentan los cuadros.



Subgéneros dramáticos
Los subgéneros dramáticos se clasifican en formas mayores y menores. Los primeros incluyen a la tragedia, comedia y drama. Los segundos, al auto sacramental, loa, entremés, sainete y a la farsa, entre otros.

Tragedia: obra dramática, cuyo conflicto, de desenlace fatal, implica una disyuntiva entre dos valores fun­damentales. Mueve a la conmiseración y horror. Los personajes de la tragedia son de condición elevada.
Grandes autores de tragedias son, en la Grecia clásica, Esquilo, Sófocles y Eurípides; en la época moderna, William Shakespeare y el dramaturgo francés Jean Racine.

Edipo y Antígona
Sófocles (496-406 a.C.) conforma, junto a Esquilo y a Eurípides, el trío de grandes dramatur­gos del siglo de oro ateniense (siglo V a.C.). De sus más de cien tragedias, se conservan solo siete piezas completas, Entre ellas, Edipo rey, Antígona y Electra.

Lope de Vega
El drama renacentis­ta español tiene su máxima expresión en Lope de Vega. Sus obras promueven el fortalecimiento de la monarquía. El rey aparece como figura justiciera, que defiende al pueblo de los abusos que le impone un feuda­lismo decadente. Su pieza más conocida es Fuenteovejuna.

La escena es la unidad significativa mínima de una obra dramática y sus límites están dados por la entrada o salida de uno o más personajes.


 Comedia: obra dramática cuyos conflictos, protagonizados por personas comunes, general­mente son propios de la vida cotidiana y se resuel­ven favorablemente. El sentido del humor es un ingrediente esencial. La comedia se ha empleado, a menudo, para satirizar vicios y costumbres huma­nas, a través de personajes que son víctimas de sus propios defectos. Entre los más importantes autores, cabe mencionar al francés Moliere, maestro de la comedia satíri­ca. Algunas de sus obras más conoci­das son Tartufo, El Burgués Gentilhombre y El Enfermo Imaginario.

Drama: obra dramática que combina elementos trá­gicos y cómicos.

Auto sacramental: obra dramática de carácter alegórico, cuyo propósito es representar un tema eucarístico. Se cultivó, principalmente, entre los siglos XVI y XVIII

 Loa: subgénero menor cultivado en el Siglo de Oro español. Consistía en un texto breve dialogado, puesto en escena antes de la representación de la obra principal. Su propósito era congraciarse con el público y presentar a los actores.

Entremés: pieza dramática de un solo acto, que se representaba en los entreactos de la obra principal. Su temática era, frecuentemente, costumbrista de carácter satírico.

Sainete: obra dramática jocosa, de carácter popular, que constaba de un solo acto. Se representaba en los entreactos o al final de la función.

Farsa: obra dramática, de carácter humorístico, que recurre lo grotesco como deformación y estilizada de la realidad.

Obra de teatro
Cuando una obra dramática es puesta escena se transforma en una obra de teatro. Si la primera es un texto literario que puede ser  representado, la segunda es una forma expresión artística mucho más compleja, pues no solo involucra el lenguaje verbal, sino que integra un conjunto de formas de expresión: gestualidad, expresión corporal, música, y otros elementos que adquieren dimensión estética en la puesta en escena: iluminación, vestuario, escenografía, efectos sonido, etc.
Cuando una obra se pone en escena, añade la interpretación del grupo que la representa. Con frecuencia, se considera que el teatro abarca a todas las artes escénicas: obras de teatro, ballet, ópera, opereta, zarzuela, entre otros).

El origen del teatro se encuentra, tanto en Oriente como en Occidente, ligado a ceremonias dedicadas a los dioses. Tres mil años antes de Cristo, los egipcios ya representa­ban escenas en honor a Osiris. En China, sus comienzos se remontan a 2.000 años a.C.
En la cultura occidental, el teatro nace en Grecia. Según Aristóteles, la tragedia deriva del desarrollo experimentado por los diti­rambos, cantos corales en honor a Dionisio, ejecutados durante sus festividades. Luego, se introduce un recitador, naciendo, de este modo, un diálogo entre el recitador y el cori­feo (director del coro). El coro y el corifeo permanecen en la tragedia griega y dialogan con los personajes.
De acuerdo con este mismo filósofo, la comedia se habría originado en los cantos fálicos interpretados durante estas fiestas dionisíacas.
El primer autor de tragedias griego del que se tiene noticia, aunque de sus obras solo se conservan algunos títulos y unos cuantos versos, es Tespis.

Teatro Actual Renovado
Tanto el género dramático como la representación teatral contemporánea viven un movimiento renovador que aspira a una refundación del género.
Este fenómeno se expresa, entre otros aspectos, en la tendencia a esfumar los límites entre los distintos géneros literarios; la recu­peración de la expresión corporal, la pantomima, las técnicas circenses, entre otros, en desmedro del pre­dominio discursivo del teatro tradicional. Hoy, es usual la integración de diferentes formas de expresión teatral y audiovisual: teatro de acto­res, títeres, sombras, video, etc. La experimentación es tanto en el plano argumental y lingüístico, como en las formas de representación, buscando nuevos estilos de relación entre actores y público; se confunden los límites del espacio ficticio y la distribución espacial de unos y otros. Además, existe incorporación de temas sociales, existenciales y míti­cos. Destaca la emergencia del teatro taller, en que la creación del texto dramático se integra al proceso de montaje de la obra.


Teatro callejero
Como fenómeno contemporáneo, el teatro callejero se propone recuperar el espacio público, que este sea un lugar de encuentro entre los artistas dramáticos y la comunidad, rin­diendo tributo a los orígenes de la repre­sentación teatral.


Género lírico
La expresión lírico proviene de lira, ins­trumento musical con que se acompañaba la recitación de poemas.
En contraposición a los géneros objetivos (narrativo y dramático), el género lírico es subjetivo. Su intención comunicativa es la expresión de emociones y sentimientos. Son características genéricas de la lírica:
  La expresión de la interioridad.
  El lenguaje figurado.
En el género lírico predomina la función emotiva del lenguaje y, por su preocupación por el mensaje, también prevalece la función poética.
En el poema lírico, las situaciones y los objetos se transforman en resortes o medios para la expresión de la interioridad; se cargan de significado connotativo.
Cuando Pablo Neruda expresa en su Poema 20, "Puedo escribir los versos más tristes esta noche/ la noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos (...)", su propósito comunicativo no es realizar una descripción de la noche; esta es el elemento evocador de un amor perdido, que le provoca tristeza. La noche, entonces, se carga de su recuerdo, se hipersemantiza.

Actitudes líricas
En la expresión de su interioridad, el hablante lírico puede asumir distintas actitu­des, las que pueden agruparse en tres formas básicas:
Actitud enunciativa: es la más próxima al género narrativo, ya que incorpora elementos narrativos y descriptivos.

"(...) Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa".
(León Felipe - Qué lástima)

Pablo Neruda (1904-1973)
Poeta chileno, Premio Nobel de Literatura, Es una de las grandes figuras literarias del siglo XX, por el carácter inno­vador de su poesía y su influencia en la literatura posterior, Entre sus obras mayores, se encuen­tran Residencia en la Tierra y Canto General.

Actitud apostrófica: se caracteriza porque el hablante dirige el poema a un interlocutor. Interpela a un "tú".

"(...) Soy como tú,
de piel morena, oscura, oscura,
con estrellas metidas por dentro
y por fuera sudor, cáscara ruda".
(Canto en el sur - Elvio Romero)
Actitud de la canción: es la actitud más profundamente lírica, donde el sentimiento adquiere la máxima intensidad.

EL VIAJE DEFINITIVO

"Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi  espíritu errará, nostálgico.
Y  yo me iré y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
y  se quedarán los pájaros cantando".
(luán Ramón Jiménez.)

Lenguaje figurado
El lenguaje figurado surge del poder evocador que el hablante identifica en los objetos
En oposición al lenguaje literal, en que se dice lo que se quiere decir, cuando se emplea lenguaje figurado, se dice algo queriendo decir otra cosa. Este tipo de lenguaje se expresa en un conjunto de recursos retóricos, conocidos como figuras literarias. Entre estas últimas, des­tacan:
Comparación o símil: com­para un elemento real con uno poético evocado por el primero. Se explicitan los términos compa­rados y se utilizan las siguientes expresiones: como, cual, así como, etc.
Ejemplo: Como los árboles, teje ella misma sus vestidos.
(Efraín Barquero)

Metáfora: designa un objeto con un nombre poético, en virtud de una analogía u otro tipo de asociación afectiva.
Ejemplo: Al octavo mes ríes con cinco azahares
Con cinco diminutas ferocidades
(Miguel Hernández)
Las expresiones subrayadas aluden a los dientes del bebé.

• Antítesis: es la oposición de términos contrastantes.
Ejemplo:
"Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tiejiajiegra que da flor blanca"
(Gabriela Mistral)

Gabriela Mistral (1889-1957)
Poetisa chilena galardonada con el Premio Nobel en 1945. Su poesía mística y apasionada ha sido traducida a numerosos idiomas. Entre sus principa­les colecciones de versos se cuentan Desolación, Ternura, Tala y Lagar,

.
  Reiteración: recurso expresivo que con­siste en la repetición de elementos. Cuando se reiteran sonidos o combinaciones fónicas, se denomina aliteración. Por ejemplo: Tres tristes tigres trigo trillado tragaron en un trigal.
(Popular anónimo).
Si se reiteran los ilativos, recibe el nom­bre de polisíndeton. Un ejemplo es: "Un elefante corrió a un venado y los venados al ¡aguar y los jaguares a los búfalos y los búfa­los a la mar".
(Gabriela Mistral).
Por otro lado, la repetición de elementos ubicados en posición homologa se llama anáfora.
Ejemplo:
"Hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.
Ponme a la grupa contigo.
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo
pastor".
(León Felipe)

  Epíteto: adjetivo que destaca una cuali­dad inherente a un sustantivo.
Ejemplo: "Corrientes aguas, puras crista­linas".
(Garcilaso de la Vega).

  Hipérbaton: transgresión del orden lógi­co de la oración.
Ejemplo: "En una de fregar cayó, caldera". (Lope de Vega).

Sinestesia: consiste en atribuir a un objeto o fenómeno sensible, cualidades que son de un ámbito sensorial que no le corres­ponde.
Ejemplo: Olor azul; viento áspero.
(Figura lexicada).

  Hipérbole: exageración extrema.
Por ejemplo: "Hasta las piedras se enter­necen con su llanto; estaba hecho un mar de lágrimas".
(Garcilaso de la Vega).

  Personificación: atribución de cualida­des humanas a animales u objetos.
Ejemplo: El mar, encolerizado, castigaba, de cuando en cuando, la audacia de los hombres.
Perífrasis: alusión indirecta a un objeto, mediante un rodeo lingüístico.
Por ejemplo: El del tridente (demonio).

Caligrama: recurso propio de la poesía visual contemporánea, en el que la forma del poema se vincula a su contenido.

  Palíndromo: palabra o frase de idéntica lectura, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
Ejemplo: Dábale arroz a la zorra el abad.
(Anónimo).

Sinécdoque: figura que consiste en tomar la parte por el todo.
Por ejemplo: Faltan cabezas que piensen y manos que trabajen; soy un corazón ena­morado.
(Figura lexicada).

Odas y Elegías
Entre los muchos subgé­neros poéticos, la oda y la elegía alcanzan especial relevancia por su permanen­cia como formas de expresión lírica a lo largo de la historia literaria de Occidente. La oda es un texto poéti­co de carácter laudatorio (de alabanza). El hablante expresa su admiración por el objeto que inspira el poema. Constituyen temas poeti­zados por la oda, la mujer amada, la patria, un perso­naje relevante. La institución del mecenazgo, en que el artista se desarrollaba bajo la protección de un hombre poderoso, favoreció el desa­rrollo de la oda. De hecho, en la Grecia clásica, los reyes y gobernantes solían contratar poetas para que alabaran sus hazañas y, de este modo, no ser olvidados por la posteri­dad. En Chile, Pablo Neruda renovó la oda, mediante la poetización de lo elemental y lo cotidiano; el aire, el mar, el caldillo de congrio, la cebolla. En la elegía, el tono emocio­nal básico es el lamento por la pérdida de algo valioso: un amigo, un amor, la patria, etc. La elegía es propicia para la denuncia social, política, valórica, etc. Las Coplas a la Muerte de mi Padre, de Jorge Manrique, son un ejemplo clásico de elegía.

Caligramas
En 1918, el poeta francés Apollinaíre publicó Caligramas, un libro de poemas que poseen una estructura formal de carácter pictórico. Este recurso, que aspira a amalgamar la literatura y las artes visuales, fue imitado por otros autores del siglo XX, entre ellos, el chileno Vicente Huidobro.

Versificación
Aun cuando el género lírico puede utilizar la prosa, su forma más común de expresión es la poesía. El poema tiene una forma determinada por su estructura de versos y estrofas.
La poesía tradicional está sujeta a metro, ritmo y rima. Estas cualidades favorecen su retención. Se denomina verso a la unidad menor de un poema, que en la poesía escrita equivale a cada una de las líneas de un poema.
Según su número de sílabas, los versos se clasifican en versos de arte menor y versos ; arte mayor.
La estrofa es un conjunto de versos que aparece como subunidad al interior de un poema. Se llaman poemas estróficos, aquellos que están divididos en estrofas, y no estróficos, los que no presentan divisiones internas.
Estrofas
Clasificación de las estrofas, según su número de versos:

N° de versos
Denominación
2
Pareado
3
Terceto
4
Cuarteto
6
Serventesio
8
Octava
10
Copla Real
14
Soneto


Versos
Según su número de silabas, los versos se clasifican en versos de arte menor y versos de arte mayor.

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VERSOS DE ARTE MENOR
VERSOS DE ARTE MAYOR
N° de sílabas
Denominación
Bisílabos
N° de silabas
9
Denominación
Eneasílabos
2
3                         Trisílabos
10
Decasílabos
4
Tetrasílabos
11
Endecasílabos
5
Pentasílabos
12
Dodecasílabos
6
Hexasílabos
13
Tridecasílabos
7
Heptasílabos
14
Alejandrinos
8                          Octosílabos



La Araucana
Poema épico del siglo XVI, escrito por el poeta y soldado español Alonso de Ercilla y Zúñiga, La Araucana es conside­rado el primer monu­mento de la literatura chilena, está escrito en octavas reales, estrofas de ocho versos endecasílabos con rima consonante.

Metro: medida de los versos, esto es, el número de sílabas que lo conforman. Para contar el número de sílabas de un verso, hay que considerar las llamadas licencias métri­cas, entre las cuales las más importantes son la sinalefa y la ley del acento final.

Sinalefa: unión de las sílabas finales de una palabra e iniciales del vocablo siguiente, cuando existe confluencia de sonidos vocáli­cos. Para los efectos de determinar el metro de un verso, las sílabas unidas por sinalefa se cuentan como una sola sílaba.

Sinalefa

     1          2       3      4     5      6 7   8   9
Se han / pues/to a / ju /gar/ a/ los/ e/cos

Ley del acento final: de acuerdo con esta ley, todos los versos deben ser graves, es decir, su última sílaba tónica -acentuada-debe corresponderá la penúltima sílaba del verso, de modo que:
- Si un verso es grave, conserva su número de sílabas.
1    2    3    4      5     6    7      8        9    10   11
A/ re/ co/rrer/ me/ de/ di/ qué es/ ta/ tar/ de

- Si es agudo (la última sílaba tónica es también, la última del verso), se debe sumar una sílaba.

    1      2     3       4       5      6   7      8
 Rom/ pie/ ron/ tam/ bien/ a/ can/ tar + 1 = 9

- Si el verso es esdrújulo (la última sílaba tónica corresponde a la antepenúltima del verso) se debe restar una sílaba.

 1     2      3   4   5    6     7     8      9     10    11 12 -11 = 11
A / com/pa/ña/do/ por/el/ buen/ ere/pus/cu/lo

- Sí fuese sobreesdrújulo deben restarse dos sílabas y así, sucesivamente.

Rima: es la igualdad de sonidos finales entre dos versos a partir de la última vocal tónica. Existen dos clases de rima: consonan­te y asonante. La primera comprende vocales y consonantes, por lo que la igualdad fonéti­ca es total:

"¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar".
(La Partida, Lord Byron)

Rima asonante: comprende solo las voca­les, por lo que las consonantes pueden ser distintas.
"La plaza tiene una torre,
la torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
 la dama una blanca flor.
Ha pasado un caballero
- ¡quién sabe por qué pasó! –,
 y se ha llevado la plaza
con su torre y su balcón,
con su balcón y su dama,
 su dama y su blanca flor".
(La Plaza Tiene una Torre, Antonio Machado)

Poesía contemporánea
Al igual que en los géneros narrativo y dramático, se advierte en la poesía lírica contemporánea un impulso innovador,
Junto con asumir motivos y temas sociales y existenciales, propios de la época, la poesía del siglo XX puso el acento en la función estética y en el rol del poeta, no como imitador de la realidad, sino como creador de nuevas rea­lidades. La libertad métrica, la apertura del lenguaje a una multipli­cidad de formas creativas y la exploración de lo visual, son algunos rasgos de los distin­tos movimientos poéticos del Siglo pasado, entre los que cabe mencionar, las genera­ciones españolas del 98 y del 27, y en Hispanoamérica, el modernismo encabezado por Rubén Darío y el creacionis­mo, en el que destaca Vicente Huidobro.
La antipoesía constituye, asimismo, una manifestación de la lírica contem­poránea impulsada en Hispanoamérica por el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Ella se caracteriza por la ruptura con el concep­to estético tradicional del lenguaje poético, incorpora el habla cotidiana y de otros ámbitos del quehacer huma­no y adopta una actitud de denuncia social o escepticis­mo radical. En Chile, el princi­pal exponente de la antipoe­sía es Nicanor Parra.

Poesía musical
La rima y el ritmo - distribución de los acentos al interior de coda verso- otorgan musicalidad a la poe­sía, Debido a esta cualidad, los textos poéticos se prestan para la instrumentalización y el canto, forma de transmisión cultivada por Paco Ibáñez y Joan Manuel Serrat, entre otros artista.




El ensayo
El ensayo es un texto de extensión varia­ble en el que el autor expone sus ideas sobre los más variados temas: humanístico, cientí­fico, filosófico, cultural, etc. Si se considera que la creación literaria se define por dos propiedades fundamentales: su naturaleza ficticia y el énfasis en la dimensión estética del lenguaje, el género ensayo queda en una situación marginal entre lo literario y lo no literario, ya que aun cuando recurre a la fun­ción poética, mediante la utilización de recur­sos retóricos y la construcción de un estilo personal, no posee carácter ficcional.
El primero en utilizar el término ensayo fue el filósofo francés Michel de Montaigne, que denominó a sus escritos essais (ensayos). En ellos, según su propia declaración, se proponía ejercitar el juicio para tratar toda clase de asuntos. La variedad temática, por lo tanto, está en el origen mismo de los textos ensayísticos. Asimismo, en la medida que se juzga sobre las materias que se exponen, el ensayo es, por lo general, argumentativo. Por su privilegio de la racionalidad, el neoclasicismo imperante en el siglo XVIII, constituyó un contexto favorable para el desarrollo del ensayo. Tres grandes ensayis­tas españoles se destacan en este periodo: Feijoo, Fajardo y Jovellanos. En el siglo XIX, cabe mencionar a Mariano José de Larra y, en el siglo recién pasado, figura el pensador español José Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset
Filósofo español contemporáneo (1883-1955), Su teoría sobre las gene­raciones como por­tadoras de una visión del mundo común ha sido utilizada como herramienta para el análisis de los movimientos artísti­cos. Ortega llevó el ensayo a su máxima expresión. Su obra más conocida es La Rebelión de las Masas.


En Hispanoamérica, durante el siglo XIX, el ensayo se transformó en una herramienta eficaz de reflexión sobre la identidad ibe­roamericana, durante el movimiento emancipador y en el periodo de gestación de las nuevas naciones independientes: Bolívar, Bello, Alberdi, Mora, Montalvo, Hostos y Martí son algunos de los grandes ensayistas de ese siglo. En la época contemporánea, son muchos los escritores que han compartido su oficio propiamente literario con la producción de ensayos, como, por ejemplo, los mexica­nos Octavio Paz y Carlos Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa, entre muchos otros.
Literatura oral
En un principio y hasta la invención de la escritura, toda literatura fue oral. El proceso de producción, transmisión y recepción literaria en un con­texto de oralidad tiene características propias. Los relatos, los poemas y otras formas de creación verbal forman parte del patrimonio cultural de la comu­nidad, por lo que no existe el concepto de propiedad intelectual. Las obras son anónimas y están sujetas a la modificación de quienes las transmiten e incluso son intervenidas por los receptores, en un proceso comunicativo en que el recita­dor, o narrador, y su audiencia interactúan en forma activa. De este modo, los textos están sujetos a una constante variación en el tiem­po. Asimismo, el contacto entre comunidades espacialmente próximas y las migraciones generan una diáspora literaria. Quienes emi­gran llevan consigo su acervo literario hacia otras regiones geográficas. A los cambios derivados del devenir del tiempo, se suma entonces la influencia de un nuevo entorno natural y cultural. Todo ello da origen a múltiples versiones de un mismo texto, dependiendo de cuándo y dónde este sea recogido. Según afirma Bruno Bettelheim, estudioso de los cuentos de hadas, se han reco­pilado decenas de versiones de Caperucita Roja, al igual que de otros relatos del mismo tipo.
La inmediatez de la transmi­sión oral implica un contacto muy estrecho entre emisor y receptor. Estos se escuchan, se ven, se tocan. El emisor conjuga su lenguaje con otros sonidos y ruidos e incorpora la gestualidad y la expresión corporal, fundiendo el relato con la dramatización. Sus palabras, gestos y movimientos producen en los receptores una reacción que él percibe y que retroalimenta su actuación.
Al mismo tiempo, en las sociedades orales, la transmisión literaria constituye un evento social significativo, que reúne a toda la comunidad o a grupos específicos al inte­rior de ella, de acuerdo con la naturaleza de los textos que se intercambien: proverbios, adivinanzas, cuentos maravillosos o picares­cos, entre otros.
La literatura cumple una diversidad de funciones; constituye una forma de transmitir la cultura de generación en generación: con­tiene la historia común, los mitos, creencias, rituales, costumbres, las normas que regulan el comportamiento social, etc. Por lo tanto, su valor educativo es enorme. Es que las histo­rias y cantos acompañan el trabajo colectivo; están incorporados a la relación afectiva y lúdica de madres e hijos; en resumen, son un elemento cotidiano y dinamizador de la vida comunitaria.
Respecto de la función de la literatura oral, Yuri Ritkeou, escritor ruso, miembro de la etnia chukchi, que habita zonas cos­ieras del extremo septentrional de Asia, explica que en la comunidad en que creció, circulaban distintos tipos de relatos, cada uno de los cuales cumplía una determinada función social. Había cuentos contados por los ancianos, que recogían leyendas sobre el origen e historia del pueblo chukchi; relatos picarescos que solo se narraban entre hom­bres adultos en los momentos de descanso; cuentos de horror que se relataban en noches de tormenta, al interior de la tienda, cuando la familia se reunía al calor del fuego, en tanto afuera, en la planicie nevada, silbaba el viento y los lobos aullaban a la distancia. Las historias siempre versaban sobre la horrorosa muerte de alguna persona que había abando­nado su pueblo o había sido expulsada de él. La función de estos relatos era promover el sentimiento de pertenencia, la valoración de la vida comunitaria y el respeto a las normas de convivencia social.
Aun cuando el advenimiento de la escritu­ra tiende a reducir el ámbito de influencia de la literatura oral, esta pervive en las socieda­des alfabetizadas hasta la actualidad y forma parte del folclore de todos los pueblos. En las culturas tradicionales, especialmente en aquellos grupos humanos en los que aún pre­valece la oralidad, esta forma de expresión literaria sigue siendo la principal herramienta para la preservación de la memoria colectiva y, por ende, de la identidad cultural; es el caso, por ejemplo, de muchas comunidades africanas, de algunos indígenas australianos y de diversos pueblos amazónicos, entre ellos, los machiguengas, nómades que se denominan a sí mismos "el pueblo que cami­na". Para ellos, la figura del hablador, a cargo de conservar y transmitir la historia, goza del máximo prestigio.
Iberoamérica cuenta, asimismo, con una rica tradición de literatura oral generada, en primera instancia, por las culturas prehispánicas. Poemas, canciones y relatos fundacionales que explican la génesis del hombre, del mundo y el carácter transitorio de la vida; manifiestan su asombro ante la belleza natural, cantan a los dioses, al amor y al gozo. Dan cuenta de la experiencia de vivir en esta tierra que nos hermana como seres humanos, a través de los siglos. La llegada de los españoles dio inicio a una fusión cultural que se manifiesta en toda nuestra literatura popular. Por medio de la literatura oral, la memoria his-ica se transmite a través de las generaciones.

Una fogata que entibia la noche genera un espacio de luz y sombras propicio para el relato oral



Investigación folclórica
En Hispanoamérica, especialmente en el curso del siglo XX, numerosos investiga­dores han recopilado relatos populares. Entre los investiga­dores chilenos cabe destacar a Rodolfo Lenz, Ramón Laval y Volando Pino. Este último recogió más de cien cuentos de nuestra tradición oral, incorporando sus variantes regionales.

El Popol Vuh es el libro sagrado de los mayas. Relata la creación del mundo y el hombre.


Mario Vargas Llosa
En 1987, el escri­tor peruano Mario Vargas Llosa publicó su novela El habla­dor, en la que un hablador machiguenga aparece como segundo narrador de la historia. En esta obra ,ei novelista explora su propio arte, mediante el regreso al origen de su oficio de narrador.

Espacios maravillosos
El camino, el bos­que y el castillo, son espacios caracterís­ticos de los cuentos maravillosos. El primero representa la vida, en la que los personajes se sumer­gen en busca de su destino. El bosque es un espacio peligroso, propicio para el pro­digio y el misterio. El castillo simboliza el poder y la riqueza, a los que a menudo se accede por mereci­miento,

Narrativa oral africana
Según expresa el escritor con­temporáneo Mazisi Kunene, el más destacado poeta sudafricano de la etnia zulú, la narrativa oral en África es una totalidad estética, en la que se integran la historia y una variada gama de recursos expresivos: la recitación, música, canciones, coros y danza. Narrar constituye, por lo tanto, un oficio, cuyo largo aprendizaje comienza en la infancia. El narrador avezado imprime su propio estilo al relato, mediante una dramatización original de la historia que cuenta. El sexo del narrador es indiferente. Entre los grandes narradores orales africanos, hay mujeres y hombres por igual. De hecho, las primeras han narrado desde siempre en  África. El propio Kunene reconoce  la influencia ejercida en él por su abuela Maqadenyana, vocera del   patrimonio cultural de sus ancestros, quien siempre finalizaba su   relato declarando: "El secreto de la antigua sabiduría subyace en el nombre de las cosas y en sus significados ya olvidados".

¿De dónde vienen las hadas?
Ángeles rebeldes para los celtas o descen­dientes de una tribu nórdica vencida por los celtas, entre otras teorías, La palabra hada proviene del latín fatum, que alude al oráculo, al hado, a la vez que a las parcas. Por lo que estas figu­ras prodigiosas son una suerte de encar­nación femenina del destino.

Charles Perrault, jurista y académico francés del siglo XVII, es autor de la primera recopilación de cuentos maravillosos en Occidente. La justicia poética, que se manifiesta en un desenlace feliz, es un rasgo característico del cuento maravilloso.

Riqueza y diversidad de la literatura popular

El lobo seductor
En la Caperucita Roja de Perrault, el relato finaliza cuando la niña es devorada por el lobo que, de acuerdo con la moraleja de este autor, representa al seductor del que deben cuidarse las muchachas. La figura salvadora del caza­dor hace su ingreso dos siglos más tarde, en la versión de los hermanos Grimm.

El arte popular registra, en todas las culturas, una variada gama de manifestaciones literarias. Algunos de los géneros propios del folclore literario occidental son los mitos, leyendas, cuentos de diversa naturaleza, proverbios y un amplio repertorio de expresiones poéticas; adivinanzas, trabalenguas, retahílas, cuentas, etc.
Según el investigador chileno Fidel Sepúlveda, el folclore contiene la síntesis de la sabiduría popular acumulada a lo largo de siglos de experiencia. Esta afirmación pone de manifiesto la sencillez y profundidad que caracterizan a la literatura folclórica. No por ello se trata de un arte estático, como las lenguas muertas. Aunque aparezca como paradójico, la tradición y la innovación interactúan en las manifestaciones folclóricas. Es un arte que se interviene colectivamente y responde la sensibilidad de sus usuarios.

El mito es un relato de carácter fundacional, asociado a las creencias religiosas de un pueblo. Se narra el origen del Universo, la génesis e historia de los dioses, la creación el hombre, el devenir de las estaciones, del día y de la noche. Está fuera del tiempo histórico; es atemporal y, en ocasiones, cíclico y circular, como el mito egipcio que explica el eterno fluir de la luz y la oscuridad, que se renueva día a día, cuando Horus, Sol del amanecer, entra en el cielo y va adquiriendo cada vez mayor fuerza, hasta convertirse en Amón Ra. Sol del mediodía, para luego debilitarse y transformarse en Osiris, Sol del ocaso, el que se pulveriza al caer la noche, en múltiples fragmentos. Entonces su mujer, Isis, la Luna, vuelve a unir los fragmentos dispersos y hace con ellos una momia, de la que renace Horus, en el siguiente amanecer.

Para poner algún orden en la diversidad de temas, los cuentos populares suelen clasi­ficarse en tres grandes grupos: de animales, cuentos maravillosos y cómicos o picarescos.
De estos tipos, el que ha alcanzado mayor difusión es el popular maravilloso, conocido vulgarmente como cuento de hadas, hoy rele­gado, por lo general, a los lectores infantiles.
El cuento popular maravilloso debe su nombre a la presencia de la máquina o maravilla que interviene en el destino de los personajes y se manifiesta a través de una galería de figuras extranaturales: hadas, brujas, duendes, elfos y genios, además de objetos prodigiosos. La situación inicial del relato se caracteriza por la injusticia, la pobreza económica o la pérdida o carencia de algo valioso: huérfanas bajo la tuición de madrastras crueles, niños abandonados por sus padres, jóvenes pobres que deben dejar el hogar para buscar fortuna, reyes con males incurables, etc. En el desarrollo de la historia, los personajes son sometidos a pruebas en las que revelan su valor o su naturaleza moral y conforme a ella, obtienen lo que merecen: una vieja mendiga les solicita compartir su pan; una dama les pide de beber, etc. En el desenlace del cuento opera, por lo tanto, la justicia poética: los buenos reciben un pre­mio, los malos son castigados.

Al margen de la presencia de lo mágico, el cuento popular maravilloso es verdadero en un sentido muy profundo y pone de manifiesto el anhelo de jus­ticia del pueblo, mediante la creación de un mundo literario alternativo, en que la bondad y la belleza están indisolublemente asociadas y terminan por imponerse.
La indeterminación de tiempo y espacio característica de estos cuentos, que se mani­fiesta en expresiones como "Había una vez, en un país muy lejano", tiene un efecto tranquilizador sobre el receptor, ya que deja en claro que el relato entrará en un mundo pro­digioso ajeno a su realidad cotidiana; nada de lo que allí ocurra constituye una amenaza real para él. Este rasgo, unido al ordenamien­to cronológico del relato, la reiteración de situaciones análogas (encuentros, pruebas, conjuros, etc.) la relación inmediata entre  un hecho que actúa como causa, las conse­cuencias del mismo y el carácter justiciero del desenlace, hacen de estos cuentos una expe­riencia literaria emocionante y educativa para una audiencia infantil. A la vez que, por su belleza y simbología más profunda, resultan también enriquecedores para el adulto.
Los cuentos de animales, por lo general, son fábulas o comparten características de ese género. En ellos, los animales aparecen personificados y en la historia se destaca alguna de sus atributos físicos o hábitos. Más que calificar al animal, que siempre actúa según su naturaleza, las características expresadas corresponden a extensiones de nuestros propios rasgos morales que proyectamos en ellos: torpeza y flojera en el burro, laboriosidad en la hormiga, irresponsabilidad en la cigarra, etc.
Finalmente, las historias cómicas o picarescas, revelan el ingenio y sentido del humor popular. Los cuentos de Pedro Urdemales,  pequeñas anécdotas en que este astuto y pícaro personaje engaña a víctimas ingenuas ateniendo provecho para sí mismo, son un templo muy chileno de este tipo de relatos.

Cuentos de hadas

Folklore urbano
Aunque general­mente asociamos la literatura y la música popular a entornos y temáticas rurales, existo una importante tradición de folclore urbano. Entre los principales cultores chilenos contemporá­neos, cabe destocar a Roberto Parra, el grupo Los Tres, Mario Rojas y Gonzalo "Payo" Grondona, además de los conjuntos Los Santiaguinos y Las Capitalinas, entre otros.

Ala casita de dulce que utiliza la bruja para atraer a Hansel y Gretel es una expresión del tópico de las apariencias engañosas.


Charles Perrault (1628-1703), académico y escritor francés, es el primero en intere­sarse por los cuentos maravillosos. En 1697, publica los Cuentos de Mamá Oca, recogidos de la tradición oral, aunque vertidos en len­guaje culto y provistos de una moraleja que  da cuenta de la interpretación que el propio Perrault hace de ellos. Entre los más conoci­dos de su colección están, Caperucita Roja, Barba Azul, La Cenicienta y Pulgarcito.
Casi un siglo y medio más tarde, los hermanos Guillermo (1786-1859) y Jacobo Grimm (1785-1863) recorrieron Alemania para recoger historias populares. Entre 1812 y 1815, publicaron los dos volúmenes de sus Cuentos para la Infancia y el Hogar. Su adscripción al romanticismo, que valora lo popular, se traduce en una mayor cercanía de sus textos al relato original. Una nueva versión de Caperucita Roja, Hansel y Gretel y Blanca Nieves, figuran entre sus relatos más famosos.
Inspirado por la obra de Perrault y de los hermanos Grimm, Alexander Afanasiev (1826-1871) se transforma en el primer recopilador de la narrativa popular rusa, inmortalizando en sus páginas a la temible bruja Baba Yaga.


Canto a lo poeta
La poesía popular es un fenómeno com­plejo que responde a un conjunto de varia­bles históricas y geográficas. Pertenecen a ella los romances, letrillas, redondillas y otros géneros propios del arte poética de la Edad Media y del Renacimiento español: las trovas, décimas y cuartetas, la poesía gauchesca, los versos de payadores y una multitud de otras expresiones de temas muy variados, que van desde acontecimientos históricos y relación de noticias recientes hasta versos picarescos y temas religiosos, entre otros. Algunos auto­res incorporan a este fenómeno, incluso, las manifestaciones de la música popular, como el tango, el corrido y otras formas rítmicas cantadas.
En Chile, la poesía popular ha tenido su mejor expresión en el Canto a lo Poeta, poe­sía cantada que mantiene una tradición de más de 400 años y se cultiva especialmente en la zona central. Sus principales formas métricas son la cuarteta o copla y la décima espinela.
El Canto a lo Poeta se subdivide, a su vez, en Canto a lo Divino, enseñado a los indígenas por los jesuitas, en el marco de su esfuerzo evangelizador, y Canto a lo Humano, desarrollado sobre la base del primero, por trovadores y juglares que venían entre los conquistadores.
El Canto a lo Divino está conformado por temas del Antiguo y Nuevo Testamento, otros temas bíblicos y algunos piadosos no inspira­dos en la Biblia, como Genoveva de Brabante y el judío errante. El Canto a lo Humano se refiere a temas terrenales: historia, aconteci­mientos sociales, brindis, astronomía, litera­tura, esquinazos, entre otros.
La paya (dos, en lengua quechua) es una modalidad del Canto a lo Humano y consiste en un duelo verbal entre dos cantores. Por su capacidad para improvisar versos, al payador suele llamársele repentista.
También forman parte del folclore literario una serie de estructuras verbales breves de carácter poético, tales como las adivinanzas, los trabalenguas, las cuentas, las retahilas, etc. Del mismo modo, los juegos populares suelen utilizar estructuras verbales que poseen características asociadas a la poesía, como la rima y el ritmo. La adivinanza o acer­tijo, es una estructura verbal de carácter poético, mediante la cual se alude figuradamente a un objeto que debe ser descubierto por el receptor. Se trata, por lo tanto, de un desafío que plantea un enigma verbal. Como género poético, las adivinanzas son antiquísimas. En los pueblos de la Antigüedad, solían utilizar­se como prueba de sabiduría. Un ejemplo clá­sico es el enigma que la esfinge ubicada en la entrada de Tebas proponía a todo extranjero que pretendiese ingresar a la ciudad: "¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cua­tro patas, al mediodía en dos y en el ocaso en tres?". Quienes respondían correctamente tenían paso libre; en cambio, aquellos que erraban, eran devorados por la esfinge. Tal como ocurre en el enigma citado, la adivinan­za propiamente tal constituye una metáfora que, en este caso, se refiere al hombre.
El trabalenguas es un juego de palabras que se funda generalmente en la aliteración (Erre con erre cigarro, erre con erre carril, rápidos ruedan los carros, por los rieles del ferrocarril). Al igual que la adivinanza, es un juego social y su carácter lúdico viene de la dificultad de su enunciación que induce a errores y, consecuentemente, a la risa compartida de quienes participan del juego. La retahíla es una composición verbal que se funda en la reiteración total o parcial de elementos, esto es, lo dicho se va repitiendo acumulativamente o bien, algún segmento se repite antes de seguir avanzando. Además de las retahílas poéticas (Cuá Cuá Cantaba la Rana; El Real y Medio), existen relatos en prosa que tienen carácter de retahila (La Tenquita).
La cuenta es un texto poético que tiene como función asignar roles, medir el tiempo de participación o acompañar los movi­mientos de un juego. La drástica reducción de los espacios de recreación al interior de las escuelas ha promovido el desarrollo de juegos rítmicos de palmoteo y percusión de manos y cuerpos, los que se acompañan de diversos tipos de textos que funcionan como cuentas, desde antiguos romances castella­nos, hasta jingles de televisión.
Por último, forman también parte del folclore poético, los proverbios o refranes, que constituyen una suerte de moraleja derivada de la experiencia cotidiana del hombre en el mundo: Más sabe el diablo por viejo que por diablo, o como diría Martín Fierro:

"Estas cosas y otras muchas
 Medité en mis soledades; Sepan que no hay falsedades
Ni error en estos consejos:
 Es de la boca de un viejo
De ande salen las verdades"


Hojas de la misma Parra

Violeta, gran canta­dora; Eduardo -Tío Lalo-, compositor y guitarrista; Roberto, autor de la Negra Ester, y Ángel e Isabel, hijos de Violeta, forman parte de esta pléyade de creadores y folcloristas de la gran familia Parra, que han lle­vado el arte popular chileno más allá de nuestras fronteras.
A La investigación y recreación del folclore chileno y su interpretación musical, constituyeron la motivación central de la vida de Violeta Parra

Ritmo y lenguaje
Los trabalenguas, las jitanjáforas, así como otros versillos sin  ton ni son, ponen de manifiesto las posi­bilidades lúdicas que brinda el lenguaje. El ritmo y la sonoridad priman sobre el sen­tido, lo que explica su atractivo para los niños pequeños.